tag:blogger.com,1999:blog-37032426356389526622024-02-20T17:16:41.334+01:00COSITAS PARA LOS PEQUESESTE BLOG ESTA DEDICADO A MI NIETA TANIAMerchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.comBlogger115125tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-75156962813756893842012-11-10T13:07:00.000+01:002012-11-10T13:24:11.899+01:00EL MAGIVIRUS <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrSOIGUehNjxf3Hl17_U2HLAHQS5YcSKpjn7fOe1r0-cfdQ-4mNNqUD_29xDmPjdiBvkY0lYGNcEPLr_2NGRjne3XxOiPF7hMqeDSsIbMsAP6IYVhb6UFz2AtpTausVmaSmk_B7yc0CSg/s1600/hadas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrSOIGUehNjxf3Hl17_U2HLAHQS5YcSKpjn7fOe1r0-cfdQ-4mNNqUD_29xDmPjdiBvkY0lYGNcEPLr_2NGRjne3XxOiPF7hMqeDSsIbMsAP6IYVhb6UFz2AtpTausVmaSmk_B7yc0CSg/s320/hadas.jpg" width="320" /></a></div>
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<b>EL MAGIVIRUS </b><br />
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El magivirus fue el primer virus mágico que existió. Era un encantamiento que iba pasando de persona a persona, y bastaba con que dos hombres, mujeres, niños o ancianos se tocasen, para que el virus cambiara de uno a otro. Los efectos de este hechizo cambiaban dependiendo del enfermo, pero solían ser pequeñas desgracias mágicas, como quedarse calvo de repente, estornudar cubitos de hielo, llorar por los pies o tener las manos tan pegajosas que era imposible soltar nada que se hubiera agarrado. <br />
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Como no todo el mundo tocaba a otras personas con la misma frecuencia, resultó que algunos pasaron la mágica enfermedad de forma muy suave, pero otros, aquellos que menos contacto tenían con otras personas, llegaron a estar verdaderamente graves, sobre todo cuando pasaban más de 3 días con el virus.<br />
<br />
Por supuesto, nadie pensaba que esas pequeñas desgracias fueran provocadas por un virus, y echaban las culpas a algún duende travieso o una bruja viajera. Sólo el doctor Toymu Malo, el médico del lugar, comenzó a sospechar algo después de haber sufrido él mismo la enfermedad más de veinte veces, casi siempre tras alguna de sus visitas. De modo que empezó a hacer pruebas con sus pacientes y consigo mismo, y en unos pocos días ya estaba seguro de saber cómo se transmitía la enfermedad. <br />
<br />
El doctor reunió a todo el pueblo y les comentó que su enfermedad duraría tan poquito tiempo como tardaran en tocar a otra persona. Y así, el pueblo se convirtió en la capital mundial del “pilla-pilla” el famoso juego en que uno corre tras los demás, y cuando toca a alguien dice “tú la llevas”. Hasta los más viejetes jugaban, y la salud de todos los del pueblo mejoró tantísimo con aquel deporte, que el doctor recibió muchos premios y medallas.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHmMEtCUS9nmJL9OR4ER_Dn8cjqLlR0RGUFinN_UTarb0vCwmBbp-uWZYWHpCPuO6zecxoBqstXKWPeyhOBQucQjxLVdbZ8sXN6vtp1eRMRCKukpplNKgDRPh3u6mxB6Si0yE4O8QK_jw/s1600/pilla+pilla.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: right;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHmMEtCUS9nmJL9OR4ER_Dn8cjqLlR0RGUFinN_UTarb0vCwmBbp-uWZYWHpCPuO6zecxoBqstXKWPeyhOBQucQjxLVdbZ8sXN6vtp1eRMRCKukpplNKgDRPh3u6mxB6Si0yE4O8QK_jw/s1600/pilla+pilla.jpg" /></a><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqET64c8oRHBMStuBxl0hly2AlIwlaasQO26FIrEUfjiIFp0_hCY802kCyTtvpYCaTtYA0Fug5KY0Tv6maU5crG9KCnhxxi8QtNyKi-kZO7CNQdFiUmKZjF3ULLlU1ae_PZ3VVG98p-BE/s1600/untitled.png" /></div>
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Lo más gracioso es que, aunque todo sigue igual, hace ya muchísimo tiempo que el magivirus cambió de pueblo sin que nadie se diera cuenta. Se lo llevó un señor que estaba de visita, cuando tropezó con él un niño “contagiado” que corría tras otros niños. <br />
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Al regresar a su pueblo la historia fue un poco distinta, y en lugar del pilla-pilla, se convirtió en la capital mundial de los abrazos: abrazo viene y abrazo va, todo el que pasaba por allí recibía un fuerte abrazo y la mágica enfermedad. Por eso mismo el virus tampoco tardó mucho tiempo en cambiar de pueblo otra vez. Y en el lugar al que fue, la gente terminó besándose a todas horas. <br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMeHF-O3WMR1tNR5shXrdQZCHZQ8LbqetSrMqb7PmRi5ojbqzuf1YLEaNGHcQw7dt0kRx06i93O8_Nm1eCKE7gZ6B1LXfgKLW-Cc9Oj6r-cKtdf52Hu0MIDlsOsGe2KChovDeFN-ZG7jc/s1600/abrazos2.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMeHF-O3WMR1tNR5shXrdQZCHZQ8LbqetSrMqb7PmRi5ojbqzuf1YLEaNGHcQw7dt0kRx06i93O8_Nm1eCKE7gZ6B1LXfgKLW-Cc9Oj6r-cKtdf52Hu0MIDlsOsGe2KChovDeFN-ZG7jc/s320/abrazos2.gif" width="320" /></a></div>
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Y así, uno tras otro, el magivirus fue cambiando los hábitos de todos los lugares por los que pasaba, convirtiéndolos en sitios más divertidos y amistosos, donde la gente se sentía mucho más cercana. Y es tal el efecto, que a nadie le importa si el virus sigue allí o si se ha ido, porque todos están encantados con el cambio.<br />
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<b>El contacto físico y la cercanía ayudan a mejorar los ambientes y ayudan a prevenir la soledad</b><br />
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<strong>Autor</strong>.. <a href="http://cuentosparadormir.com/pedro-pablo-sacristan" rel="author">Pedro Pablo Sacristán</a><br />
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http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/el-magivirus<br />
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<br />Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-31800655238601299722011-10-01T17:31:00.002+02:002011-10-01T17:37:19.053+02:00EL GIGANTE EGOÍSTA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRAuka9NqjD366N3Ned8R2f0i22vQ9rKGV63bNODWcRVkgESKqYPH6PhOGomLuOZar3E85lP0ggaWEY6yukVgWPgFhxPUJ8j0o7ufSY4Jouc4aofk0GOjY7Yrf2yKpoqaqan3Th9UZUNw/s1600/eduardoarmstrong.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 303px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRAuka9NqjD366N3Ned8R2f0i22vQ9rKGV63bNODWcRVkgESKqYPH6PhOGomLuOZar3E85lP0ggaWEY6yukVgWPgFhxPUJ8j0o7ufSY4Jouc4aofk0GOjY7Yrf2yKpoqaqan3Th9UZUNw/s320/eduardoarmstrong.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5658548238663588050" border="0" /></a><br /><span style="font-weight: bold;"><br /><br /><br />OSCAR WILDE</span> <p><br /><span style="font-family:Arial,;font-size:180%;"><strong></strong></span>Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. </p><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;"></span><span style="font-family:TimelessTLig;"><span style="font-family:TimelessTLig;"> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura, que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Qué felices somos aquí! —se decían unos a otros.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¿Qué hacen aquí? —surgió con su voz retumbante.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Los niños escaparon corriendo en desbandada.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Este jardín es mío. Es mi jardín propio —dijo el Gigante—; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Y de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:</span></p> <div align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;"><i> </i></span></div><i> <span style="font-family:TimelessTLig;"><p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">"ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES".</span></p> </span></i><span style="font-family:TimelessTLig;"><p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;"> </span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Era un Gigante egoísta...</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Los pobres niños se quedaron sin tener donde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Qué dichosos éramos allí! —se decían unos a otros.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el Invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños, que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Los únicos que ahí se sentían a gusto, eran la Nieve y la Escarcha.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—La Primavera se olvidó de este jardín —se dijeron—, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Qué lugar más agradable! —dijo—. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar aquí— decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco, espero que pronto cambie el tiempo.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Pero la Primavera no llegó nunca, ni tampoco el Verano. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Es un gigante demasiado egoísta—decían los frutales.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era sólo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la Primavera —dijo el Gigante y saltó de la cama para correr a la ventana.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">¿Y qué es lo que vio?</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Sólo en un rincón el Invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Sube a mí, niñito! —decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">El Gigante sintió que el corazón se le derretía.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Cuán egoísta he sido! —exclamó—. Ahora sé por qué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa, y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en Invierno otra vez. Sólo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos, y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera regresó al jardín.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos —dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Pero, ¿dónde está el más pequeñito? —preguntó el Gigante—, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—No lo sabemos —respondieron los niños—, se marchó solito.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Díganle que vuelva mañana —dijo el Gigante.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Pero los niños contestaron que no sabían donde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡Cómo me gustaría volverle a ver! —repetía.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Tengo muchas flores hermosas —se decía—, pero los niños son las flores más hermosas de todas.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno pues sabía que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado y miró, miró…</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín, había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira, y dijo:</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¿Pero, quién se atrevió a herirte? —gritó el Gigante—. Dímelo, para tomar la espada y matarlo.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¡No! —respondió el niño—. Estas son las heridas del Amor.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? —preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">—Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.</span></p> <p align="justify"><span style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:85%;">Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.</span></p> </span><span style="font-family:TimelessTLig;"> </span></span><p> </p></span>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-6951910567405590042011-04-22T19:46:00.007+02:002011-04-22T22:42:23.450+02:00EL ZAPATERO Y LOS DUENDES<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggwoXd2_Z4Y0pm6UX5_Nx4vePazO1d1YMEqO-Hl7WuM9IVXQOxwE9ueBPzUIvUz2kCmmNrisk2qNaW2XJE6KNRGA6CzkFRgbDOPGRoaxINo1458kQhq_JaImi2ndYr9kzJufHzBZbqIoI/s1600/za.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 120px; height: 160px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggwoXd2_Z4Y0pm6UX5_Nx4vePazO1d1YMEqO-Hl7WuM9IVXQOxwE9ueBPzUIvUz2kCmmNrisk2qNaW2XJE6KNRGA6CzkFRgbDOPGRoaxINo1458kQhq_JaImi2ndYr9kzJufHzBZbqIoI/s320/za.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5598467558978844466" /></a><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_z-TfxjpORdt97ZBwxKwXFth6_E4f6hyphenhyphenRLXZkHVElg5sLsrOs7LcdjFzPkoxnYRSZIDJ94buzXWtlLmmE5Siyp8SKOWbWYDKkZ-0FA369tMCJjSfHqb7S3jBAgQBuL2VDQrlOH-J_GLE/s320/%25C3%25ADndice.jpg" style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 268px; height: 188px;" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5598467438623866098" /><br /><span style="font-size: 100%;"><span style="font-family: arial;"><div><b><br /></b></div><div><b>Hermanos Grimm</b></div><div><b><br /></b></div><p><span>Hace mucho tiempo, había un pobre zapatero que casi no tenía trabajo.Un día, triste y cansado, cortó el último trozo de cuero que le quedaba, pues no tenía dinero para comprar más, y se fue a dormir muy temprano.<br /> <br /> Cuando, a la mañana siguiente, el zapatero se levantó y entró en su modesto taller, se encontró con la sorpresa más grande de su vida: sobre su mesa de trabajo había un hermoso par de zapatos, hechos con el cuero que había cortado el día anterior.<br /> <br /> El zapatero llamó a su esposa y le preguntó si los había hecho ella, pero la mujer tampoco sabía nada.<br /> <br /> Examinaron los zapatos con atención, y comprobaron que era el mejor trabajo que habían visto nunca: quien quiera que hubiese hecho aquellos zapatos era un auténtico artista.<br /> Al poco rato pasó por allí un señor muy rico y distinguido y vio los zapatos desde la puerta. Entró y le dijo al zapatero:</span></p> <blockquote> <p><span>- Buen hombre, ¿me permite ver esos zapatos, si es que están en venta?<br /> - Por supuesto, señor -contestó el zapatero, dándole los zapatos.</span></p> </blockquote> <p><span><br /> El cliente los examinó con atención y dijo:<br /> </span></p> <blockquote> <p><span>- Le felicito, son los mejores zapatos que he visto en mucho tiempo. De ahora en adelante, siempre le encargaré a usted mi calzado, y además pienso recomendarle a mis amigos.</span></p> </blockquote> <p><span><br /> El caballero pagó muy generosamente los zapatos, y el zapatero corrió a enseñarle las monedas a su mujer.<br /> Luego fue a comprar cuero, hilo y todo lo que necesitaba para seguir trabajando, lleno de alegría por su buena suerte.<br /> <br /> Gracias a las monedas que su distinguido cliente le había dado, el zapatero pudo comprar material para hacer otros dos pares de zapatos.<br /> Esa noche cortó el cuero, preparó los hilos y se fue a dormir temprano, pues estaba agotado a causa de la emoción.<br /> <br /> En la cama, su mujer y él estuvieron charlando largo rato, haciendo todo tipo de suposiciones sobre quién podría haber cosido tan primorosamente los zapatos la noche anterior. Pero, por más vueltas que le daban, no podían aclarar el misterio, y al fin se durmieron.<br /> <br /> Cuál no sería la sorpresa y la alegría del zapatero cuando, a la mañana siguiente, encontró sobre su mesa dos pares de zapatos tan bonitos como los del día anterior.<br /> Llamó a su mujer y juntos bailaron de contento, seguros de que algún misterioso protector velaba por ellos.<br /> <br /> Los nuevos pares de zapatos se vendieron tan rápidamente como los anteriores, y el zapatero pudo comprar más material... ¡Y al día siguiente encontró cuatro pares de zapatos perfectamente acabados!<br /> <br /> A las pocas horas los había vendido todos y compró más cuero.</span></p><p><span> </span><span class="Apple-style-span" style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: medium; ">La historia se repitió una y otra vez, y el zapatero cada vez tenía más clientes, pues todos los que compraban sus zapatos se los recomendaban a sus amigos y conocidos. Al cabo de unos días, había una larga cola ante la zapatería.</span></p></span></span> <p><span>Un día, el zapatero le dijo a su esposa:</span></p> <blockquote> <p><span>- Hace más de una semana que nuestro misterioso benefactor viene a trabajar para nosotros durante la noche, y me gustaría saber quién es.</span></p> <p><span>- A mí también - dijo la mujer -, pero a lo mejor no quiere que lo eamos, pues de lo contrario ya se habría presentado, en vez de venir cuando estamos durmiendo.</span></p> <p><span>- Por eso - dijo el zapatero -, lo tenemos que hacer es escodernos esta noche en el taller e ir turnándonos para dormir, y de esa forma lo veremos cuando venga a hacer los zapatos.</span></p> </blockquote> <p><span>Así lo hicieron, y al dar la media noche el zapatero y su esposa vieron el más increíble de los espectáculos: unos hombrecillos diminutos, de menos de un palmo de altura, entraron en el taller y empezaron a coser los zapatos.</span></p> <p><span>Iban completamente desnudos, y trabajaban con tal rapidez y habilidad que los zapatos salian de sus manitas uno tras otro como por arte de magia. Al cabo de unas horas, todos los zapatos estaban terminados, y los minúsculos hombrecillos se marcharon tan silenciosamente como habían llegado</span></p><p><span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: medium; ">- pobrecillos, van desnudos y deben pasar frío - dijo la mujer.</span></p><p><span class="Apple-style-span" style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: medium; "></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: medium; ">- Y además van descalzos - dijo el zapatero -, Podríamos hacerles ropa y zapatos en agradecimiento por lo que ellos han hecho.</span></p><p><span></span></p><blockquote><span> <p><span>Inmediatamente, el zapatero y su esposa se pusieron a trabajar.</span></p> <p><span>Al día siguiente tenían listos un montón de zapatitos y ropitas para los duendes. Por la noche, lo pusieron todo sobre la mesa y volvieron a esconderse para ver que pasaba.</span></p> <p><span>Al dar las doce, aparecieron de nuevo los hombrecillos, y al ver los diminutos vestidos y zapatos qque habían preparado para ellos, se pusieron a dar saltos de alegría. Empezaron a ponerse las ropitas, como si fuera un juego muy divertido, y cuando todos estuvieron vestidos y calzados, se marcharon alegremente por donde habían venido.</span></p> <p><span>Los duendes no volvieron nunca más, pero como el zapatero ya se había hecho famoso y le sobraba el trabajo, él y su mujer vivieron felices el resto de sus días</span></p></span></blockquote><p></p>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-34631510578502776002011-03-19T21:05:00.002+01:002011-03-19T21:08:01.170+01:00EL GIGANTE EGOÍSTA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHL8Osa4KFh_PlGuwJbbv7tYHNguY_IXlr4xwAQ27horvw7BEnBUcOtQ6-pYmLfqKsY2iqi9agc9FDAnoqc5lxXfRepg6UVLB_OnchHUIf-x1ayeHP3QSguaFtSwg1G3-rK6JS3cPF9Ak/s1600/gigante-egoista.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 266px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHL8Osa4KFh_PlGuwJbbv7tYHNguY_IXlr4xwAQ27horvw7BEnBUcOtQ6-pYmLfqKsY2iqi9agc9FDAnoqc5lxXfRepg6UVLB_OnchHUIf-x1ayeHP3QSguaFtSwg1G3-rK6JS3cPF9Ak/s320/gigante-egoista.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5585885245706807922" /></a><br /><p><br /></p><p>Oscar Wilde</p><p>Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto.<br /><br />Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos para escucharlos.<br /><br />-¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a otros.<br /><br />Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció con él durante siete años. Transcurridos los siete años, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín.<br /><br />-¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz agria. Y los niños salieron corriendo.<br /><br />-Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. -Ya es hora de que lo entendáis, y no voy a permitir que nadie mas que yo juegue en él.<br /><br />Entonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel:<br />Prohibida la entrada.<br />Los transgresores serán<br />procesados judicialmente.<br /><br />Era un gigante muy egoísta.<br /><br />Los pobres niños no tenían ahora donde jugar.<br /><br />Trataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas piedras, y no les gustó.<br /><br />Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado.<br /><br />-¡Que felices éramos allí!- se decían unos a otros.<br /><br />Entonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. Solo en el jardín del gigante egoísta continuaba el invierno.<br /><br />Los pájaros no se preocupaban de cantar en él desde que no había niños, y los árboles se olvidaban de florecer. Solo una bonita flor levantó su cabeza entre el césped, pero cuando vio el cartel se entristeció tanto, pensando en los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y se echó a dormir.<br /><br />Los únicos complacidos eran la Nieve y el Hielo.<br /><br />-La primavera se ha olvidado de este jardín- gritaban. -Podremos vivir aquí durante todo el año</p> <p>La Nieve cubrió todo el césped con su manto blanco y el Hielo pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al viento del Norte a pasar una temporada con ellos, y el Viento aceptó.<br /><br />Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de la chimeneas.<br /><br />-Este es un sitio delicioso- decía. -Tendremos que invitar al Granizo a visitarnos.<br /><br />Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo, hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardín corriendo lo más veloz que pudo. Vestía de gris y su aliento era como el hielo.<br /><br />-No puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar- decía el gigante egoísta, al asomarse a la ventana y ver su jardín blanco y frío. -¡Espero que este tiempo cambiará!<br /><br />Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno.<br /><br />-Es demasiado egoísta- se dijo.<br /><br />Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve danzaban entre los árboles.<br /><br />Una mañana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una música deliciosa. Sonaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad solo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de bailar sobre su cabeza, el Viento del Norte dejó de rugir, y un delicado perfume llegó hasta él, a través de la ventana abierta.<br /><br />-Creo que, por fin, ha llegado la primavera- dijo el gigante; y saltando de la cama miró el exterior. ¿Qué es lo que vio?<br /><br />Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance de su vista, había un niño. Y los árboles se sentían tan dichosos de volver a tener consigo a los niños, que se habían cubierto de capullos y agitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los pequeños.<br /><br />Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped. Era una escena encantadora. Sólo en un rincón continuaba siendo invierno. Era el rincón más apartado del jardín, y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía en torno a él.<br /><br />-¡Sube, pequeño!- decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo. </p> <p>-¡Qué egoísta he sido- se dijo. -Ahora comprendo por qué la primavera no ha venido hasta aquí. Voy a colocar al pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para siempre.<br /><br />Estaba verdaderamente apenado por lo que había hecho.<br /><br />Se precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín.<br /><br />Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser invierno.<br /><br />Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó.<br /><br />Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con ellos.<br /><br />-Desde ahora, este es vuestro jardín, queridos niños- dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro. Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más hermoso de los jardines que jamás habían visto.<br /><br />Durante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante.<br /><br />-Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol?- preguntó.<br /><br />El gigante era a este al que más quería, porque lo había besado.<br /><br />-No sabemos contestaron los niños- se ha marchado.<br /><br />-Debéis decirle que venga mañana sin falta- dijo el gigante.<br /><br />Pero los niños dijeron que no sabían donde vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante se quedó muy triste.<br /><br />Todas las tardes, cuando terminaba la escuela, los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver. El gigante era muy bondadoso con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y a menudo hablaba de él.<br /><br />-¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir.<br /><br />Los años transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba más débil. Ya no podía tomar parte en los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su jardín.<br /><br />-Tengo muchas flores hermosas- decía, pero los niños son las flores más bellas. </p> <a href="file:///C:/FrontPage/poem.htm"> </a><p> Una mañana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba el invierno, pues sabía que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores.<br /><br />De pronto se frotó los ojos atónito y miró y remiró. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran doradas, frutos de plata colgaban de ellas y debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto quiso.<br /><br />El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó cerca del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó:<br /><br />- ¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y las mismas señales se veían en los piececitos.<br /><br />-¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el gigante. -Dímelo para que pueda coger mi espada y matarle.<br /><br />-No- replicó el niño, pues estas son las heridas del amor.<br /><br />-¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas ante el pequeño.<br /><br />Y el niño sonrió al gigante y le dijo:<br /><br />-Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.<br /><br />Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de capullos blancos.</p><p><b>FIN </b></p>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-84251648511354746402011-02-26T20:28:00.004+01:002011-02-26T20:36:22.148+01:00LOS CISNES SALVAJES<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdHiQgSEiogI-eu5eDpjlyUJdn75M8URUs0lCmQeBPyUUFWA_SVo-q544f9VGpdpGaKBVPugdQ9HuOwLX-PLm_qpdCI3dRfcDM2js8yjY27ZnnZph2ijQCuHmjUhHzGGo-KRdVHiljAvE/s1600/cisnes-3.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdHiQgSEiogI-eu5eDpjlyUJdn75M8URUs0lCmQeBPyUUFWA_SVo-q544f9VGpdpGaKBVPugdQ9HuOwLX-PLm_qpdCI3dRfcDM2js8yjY27ZnnZph2ijQCuHmjUhHzGGo-KRdVHiljAvE/s320/cisnes-3.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5578084127646282306" /></a><p><span class="Apple-style-span" ><b>LOS CISNES SALVAJES </b></span></p><p><span >H</span><span >ace muchísimos años vivía un rey que tenía once hijos y una hija llamada Elisa. Los hermanos se querían mucho y eran muy unidos. Aunque vivían en un hermoso castillo, jugaban y estudiaban como cualquier familia grande y feliz. Por desgracia, su madre había muerto poco después del nacimiento del último príncipe.<br /> <br /> Con el pasar del tiempo, el rey se repuso de la muerte de su amada esposa. Un día, conoció a una mujer muy atractiva de quien se enamoró. Sin sospechar que en realidad se trataba de una bruja, le propuso matrimonio.<br /> <br /> "Ella me hará compañía y mis hijos tendrán de nuevo una madre", pensó el rey. Sin embargo, el mismo día en que llegó al castillo, la nueva reina resolvió deshacerse de los jóvenes príncipes.<br /> <br /> La reina empezó a mentirle al rey para indisponerlo con sus hijos. Luego, un buen día, reunió a los príncipes a la entrada del castillo.<br /> <br /> -¡Fuera de aquí! -gritó-.<br /> <br /> No los quiero volver a ver nunca más.<br /> <br /> Diciendo esto, levantó su capa hacia el cielo y los convirtió a todos en cisnes salvajes. Pero, como eran príncipes, cada uno llevaba una corona de oro en la cabeza.<br /> <br /> La malvada reina le dijo al monarca que los príncipes habían huido del castillo.<br /> <br /> -Olvídate de esos ingratos -dijo. Luego, lo convenció de que Elisa necesitaba estar rodeada de otros chicos y mandó a la niña a vivir con una familia de campesinos.<br /> <br /> Cuando Elisa cumplió quince años, el rey la mandó traer y la reina la recibió con una amabilidad fingida.<br /> <br /> -Ven, preciosa -le dijo-. Debes prepararte para saludar a tu padre.<br /> <br /> Mientras Elisa se preparaba para tomar el baño, la reina consiguió tres sapos, los besó y luego les ordenó:<br /> <br /> -Tú te sentarás en la cabeza de Elisa y la volverás estúpida. Tú te pondrás cerca de su corazón y se lo endurecerás. Tú le saltarás a la cara y la volverás fea.<br /> <br /> Luego puso los sapos en el agua, que tomó un color repugnante. Sin embargo, la dulzura y la inocencia de Elisa rompieron el hechizo. Los sapos se convirtieron en amapolas y el agua se volvió cristalina.<br /> <br /> Al ver esto, la reina se llenó de ira. Le estregó barro en la cara a la muchacha y le enmarañó el cabello.<br /> <br /> Cuando Elisa se presentó ante el rey, la indignación de éste fue enorme.<br /> <br /> -¡Esta no es mi hija! -exclamó el rey.<br /> <br /> -¡Padre, soy yo, Elisa! -replicó la muchacha.<br /> <br /> -Es una pordiosera que sólo quiere tu dinero -dijo la bruja.<br /> <br /> -¡Llévensela! -ordenó el rey.<br /> <br /> Con el corazón destrozado, Elisa se fue al bosque. Extrañaba a sus hermanos más que nunca y deseaba con toda su alma volver a verlos. Se sentó junto a un arroyo a lavarse la cara y a desenredarse el cabello.<br /> <br /> En ese momento, una vieja mujer se le acercó.<br /> <br /> -¿Ha visto a once príncipes vagando por el mundo? -preguntó Elisa, esperanzada.<br /> <br /> -No, mi querida niña, pero he visto once cisnes con coronas de oro en la cabeza -respondió la anciana-. Vienen a la orilla de aquel lago a la hora del crepúsculo.<br /> <br /> Elisa se fue a la orilla del lago a esperar. Cuando el sol se ocultó, escuchó un batir de alas. En efecto, eran los once cisnes salvajes con sus once coronas de oro en la cabeza.<br /> Al principio, Elisa se asustó y se escondió detrás de una roca.<br /> <br /> Uno a uno, los cisnes se fueron posando en la orilla. Al tocar el suelo, recobraban su aspecto humano. Encantada, Elisa vio desde su escondite que los cisnes eran sus hermanos.<br /> <br /> -¡Antonio, Sebastián! ¡Soy yo, Elisa! -gritó, mientras corría a abrazarlos.<br /> <br /> Todos se reunieron en torno a ella, felices de estar de nuevo juntos, después de tanto tiempo.<br /> <br /> ¡Fue un instante glorioso! Los once príncipes le narraron a su hermana de qué manera la bruja perversa los había convertido en cisnes y Elisa, a su vez, les contó que a ella la había echado del castillo.<br /> <br /> -De día somos cisnes y al atardecer volvemos a ser humanos -explicó Antonio, el mayor de los hermanos.<br /> <br /> -Encontraré la manera de romper el hechizo -les aseguró Elisa.<br /> <br /> Los hermanos encontraron un pedazo de lienzo lo suficientemente grande para llevar a Elisa en él. Al amanecer del día siguiente, la alzaron en vuelo con suavidad. Sebastián, el menor de todos, le daba bayas para comer. Cuando el sol empezó a ocultarse otra vez, llegaron a una cueva secreta, en un bosque apartado. Esa noche, Elisa soñó con un hada que volaba en una hoja.<br /> <br /> -Podrás romper el hechizo si estás dispuesta a sufrir -susurró el hada-. Debes recoger ortigas y tejer once camisas con el lino que saques. Cuando las hayas terminado, deberás lanzárselas a tus hermanos para romper el hechizo. ¡Pero escucha bien! No puedes ni hablar ni reírte hasta no haber terminado.<br /> <br /> -Eso no importa -respondió Elisa en sus sueños-. ¡Haré lo que sea necesario para salvar a mis hermanos!<br /> <br /> Cuando Elisa se despertó esa mañana, sus hermanos ya se habían ido.<br /> <br /> En el suelo, junto a ella, había una pila de hojas de ortiga. Elisa se puso a trabajar de inmediato. Al regresar los príncipes a la cueva, encontraron a su hermana tejiendo una prenda bastante curiosa. Elisa tenía las manos llenas de heridas.<br /> <br /> -¿Qué haces? -preguntó Sebastián. Pero su hermana no podía decir nada.<br /> <br /> Sebastián no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas cuando se inclinó a mirar las manos de Elisa. Las lágrimas cayeron en sus dedos y las heridas desaparecieron inmediatamente. Ella le sonrió agradecida, pero no se atrevió a decir ni una sola palabra.<br /> <br /> Los hermanos observaron durante un rato. El asunto era muy misterioso, pero ellos sospecharon que algo mágico debía estar ocurriendo. A lo mejor, Elisa estaba tratando de salvarlos.<br /> Al otro día, cuando ya sus hermanos se habían ido, Elisa salió de la cueva.<br /> <br /> "Haré mi trabajo a la sombra de aquel roble", pensó. "Allá no me verán."<br /> <br /> Sin embargo, un grupo de cazadores la descubrió. <br /> <br /> -¿Tú quien eres? -preguntó uno de ellos con voz áspera. Al no obtener respuesta, la levantó a la fuerza.<br /> <br /> -Quietos -dijo una voz. Era un joven rey.<br /> <br /> -¿Cómo te llamas? -preguntó amablemente el rey. Elisa se limitó a sacudir la cabeza y a sonreír. <br /> <br /> -Ella vendrá conmigo -dijo el rey y ordenó a los cazadores retirarse.<br /> <br /> De regreso en el castillo, el joven rey intentó hablarle a Elisa en diferentes idiomas, pero ella no hacía más que tejer. Aunque la muchacha no decía nada, su mirada dulce y su linda cara cautivaron el corazón del rey.<br /> <br /> Elisa vivía ahora rodeada de lujos, pero pasaba la mayor parte del tiempo tejiendo en silencio. El rey se sentaba junto a ella y era feliz en su compañía. Un día, decidió hablar con el arzobispo.<br /> <br /> -Amo a esta dulce doncella -anunció-, y deseo casarme con ella.<br /> <br /> -Su majestad no sabe nada sobre esta muchacha -replicó el arzobispo-. Bien podría ser una bruja. Ese tejido es bastante extraño.<br /> <br /> Sin embargo, el rey estaba decidido. Elisa escuchó en silencio la propuesta del rey y le apretó suavemente la mano. La boda tuvo lugar poco después.<br /> <br /> Elisa siguió tejiendo hasta que un día se le acabaron las ortigas. Una noche, se fue al cementerio a recoger más hojas. Aunque allí había tres brujas reunidas, Elisa no hizo caso y pensó sólo en las camisas de sus hermanos.<br /> <br /> El arzobispo, que la había seguido, se fue a alertar al rey:<br /> <br /> -Le dije a su Majestad que su esposa tenía trato con las brujas -afirmó el arzobispo.<br /> <br /> El rey queriendo comprobar tal acusación se fue al cementerio. Aterrado, vio a Elisa cerca de las brujas, en torno a una tumba.<br /> <br /> -No lo puedo creer -dijo el rey, desconsolado-. Castígala, si eso es lo que debes hacer.<br /> <br /> Elisa fue acusada de brujería.<br /> <br /> -Esposa mía, te ruego que hables en tu defensa -suplicó el rey. Pero Elisa no podía más que mirarlo con ojos tristes.<br /> <br /> Al otro día, la llevaron a la plaza para quemarla en la hoguera. Elisa seguía tejiendo y llevaba con ella las diez camisas para sus hermanos. La muchedumbre enfurecida gritaba:<br /> <br /> -¡Quemen a la bruja!<br /> <br /> De repente, en el cielo aparecieron once cisnes salvajes que descendieron hacia Elisa.<br /> <br /> Al verlos, ella les lanzó de inmediato las camisas. La gente se quedó atónita al ver que los cisnes se convertían en príncipes.<br /> <br /> Sebastián, quien recibió la undécima camisa con una manga sin terminar, tenía todavía un ala.<br /> <br /> -¡Sálvenme! -gritó por fin Elisa-. ¡Soy inocente!<br /> <br /> Rodeada de sus hermanos, Elisa se presentó ante el rey. Las lágrimas le rodaban por las mejillas a medida que iba relatando la historia de la madrastra, del encuentro con sus hermanos y el motivo de su silencio.<br /> <br /> El rey también lloró de felicidad y abrazó a su esposa con ternura. -Sólo alguien con un corazón tan bueno como el tuyo haría ese sacrificio -dijo el rey.<br /> <br /> La multitud gritaba alborozada:<br /> <br /> -¡Dios bendiga a la reina! Fue entonces cuando Elisa notó el ala de Sebastián.<br /> <br /> -¡Tu brazo, mi pobre hermano! -dijo Elisa llorando.<br /> <br /> -No llores -la consoló Sebastián-. Llevaré con orgullo esta ala de cisne como prueba de tu amor generoso e incondicional.<br /> </span></p> <p align="center"><span >FIN</span></p>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-88041052038395140212011-01-15T18:35:00.003+01:002011-01-15T18:50:18.380+01:00LA LECHERA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0H8I4ozVik0snBChyorAkbFZl4BrwM35PxkxLXc5T1PS789zwstvJ_ZH_89x3XIxbm73Z0yljGmjdQ68Gw1Z0hCTox2GPBa7KDfG3SdVXc6omblE1H8dcAKRv63aw7GcoeI0OtpL_qK4/s1600/la+lechera.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 225px; height: 225px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0H8I4ozVik0snBChyorAkbFZl4BrwM35PxkxLXc5T1PS789zwstvJ_ZH_89x3XIxbm73Z0yljGmjdQ68Gw1Z0hCTox2GPBa7KDfG3SdVXc6omblE1H8dcAKRv63aw7GcoeI0OtpL_qK4/s320/la+lechera.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5562471385159250098" /></a><br /><p class="texto" align="justify">Iba alegre la lechera camino del mercado. Con paso vivo, sencilla y graciosa, sostenía sobre su cabeza un cántaro lleno de leche. Ese día se sentía realmente feliz y a medida que se iba acercando al pueblo, su dicha aumentaba.¿Por qué? Porque la gentil lechera caminaba acompañada por sus pensamientos y con la imaginación veía muchas cosas hermosas para el futuro.</p> <p class="texto" align="justify">Pensaba. Ahora llegaré al mercado y encontraré en seguida comprador para esta riquísima leche. Sin duda, han de pagármela a buen precio, que bien lo vale.</p> <p class="texto" align="justify">En cuanto consiga el dinero, allí mismo compraré un canasto de huevos. Lo llevaré a mi cabaña y de ese montón de huevos, lograré sacar , ya hacia el verano, cien pollos por lo menos. ¡Ah, que feliz me siento de pensarlo solamente! Me rodearán esos cien pollos piando y piando y no dejaré que se le acerque zorra ni comadreja enemiga.</p> <p class="texto" align="justify">Una vez que tenga mis cien pollos, volveré al mercado. Y entonces, entonces...los venderé para comprar un cerdo.</p> <p class="texto" align="justify">Sí, un cerdo, no muy grande, un lechoncito rosado. ¡Ya me encargaré yo de cebarlo! Crecerá y se pondrá gordo, porque estará bien alimentado con bellotas y castañas. Será un cerdo enorme, con una barriga que ha de arrastrarse por el suelo. Yo lo conseguiré."</p><p class="texto" align="justify">Siguió la lechera su camino, sonriendo ante la idea de ser dueña de tan robusto animal. ¿Que haría? Lo pensó un instante. Y otra vez una sonrisa de felicidad iluminó su linda carita.</p> <p class="texto" align="justify">Claro está. Ya se lo que me conviene. Ese cerdo magnífico bien valdrá un buen dinero. ¡Con él me compraré una vaca! ¡Una vaca y ...un ternero! ¡Ah, que gusto ver al ternerito saltar y correr en mi cabaña!</p> <p class="texto" align="center">Ya se imaginó la lechera correteando junto al ternerito. Y al pensarlo, río alegremente a tiempo que daba un salto.¡Hay cuanta desdicha siguió a su alegría! Al dar el salto , cayó de su cabeza el el cántaro que se rompió en mil pedazos.</p> <p class="texto" align="justify">La pobre lechera miró desolada cómo la tierra tragaba el blanco líquido. Ya no había leche, ni habría pollos, ni cerdo, ni vaca, ni ternero. Todas sus ilusiones se habían perdido para siempre, junto con el cántaro roto y la leche derramada en el camino.</p><p class="texto" align="justify">Samaniego</p>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-57635002770988689642010-12-26T18:59:00.002+01:002010-12-26T19:08:17.186+01:00LA VENDEDORA DE FOSFOROS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivirjo08a2_UKOXpSiNGedvAEs5Mwq2Nh5rvchhczKIpYLLaBrPPioSTe12XsNR0_OzRZixBU0wqIyB410ME0V6ZCxe0HRiLuqH6TpZ9ZX2WCuYUjnqhSUdgOkk1OCcpfMCgqfZ-XkZqs/s1600/LA+VENDEDORA+DE+FOSFOROS+CUENTO+BUSCAR.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 275px; height: 183px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivirjo08a2_UKOXpSiNGedvAEs5Mwq2Nh5rvchhczKIpYLLaBrPPioSTe12XsNR0_OzRZixBU0wqIyB410ME0V6ZCxe0HRiLuqH6TpZ9ZX2WCuYUjnqhSUdgOkk1OCcpfMCgqfZ-XkZqs/s320/LA+VENDEDORA+DE+FOSFOROS+CUENTO+BUSCAR.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5555054339391718786" /></a><br /><p align="left"><span class="seccion"><span class="Apple-style-span" ><b>La vendedora de fosforos<br /></b></span></span><span ><b><br /> </b></span> <span > <br /></span><span >¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.<br /> <br /> Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.<br /> <br /> La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña. <br /> <br /> Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!<br /> <br /> Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.<br /> <br /> Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo. </span></p> <p align="left"> <span > -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".<br /> <br /> Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.<br /> <br /> -¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!<br /> <br /> Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.<br /> <br /> Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser acurrucado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.<br /> <br /> -¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.<br /> <br /> Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos. </span></p><p align="left"><span ></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: verdana; font-size: small; color: rgb(0, 0, 128); "><b>Hans Christian Andersen</b></span></p>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-83462681582451661832010-12-06T15:39:00.003+01:002010-12-06T15:58:14.469+01:00EL ÁNGEL DE LOS NIÑOS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg04TtcsrVKarNWio47RFEele4GRfoW7gs-MqhNmp_8oIFhnvf1Cku9E6S5PheCMWXxzBj0XdPd6pp7zvEwN5z5b61F7O0bK3ukctjG8dka4tYn3VTCeH9W2YyhDFts8Za4fTIupH8afGU/s1600/images.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 166px; height: 304px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg04TtcsrVKarNWio47RFEele4GRfoW7gs-MqhNmp_8oIFhnvf1Cku9E6S5PheCMWXxzBj0XdPd6pp7zvEwN5z5b61F7O0bK3ukctjG8dka4tYn3VTCeH9W2YyhDFts8Za4fTIupH8afGU/s320/images.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5547582096086942290" /></a><div><span class="Apple-style-span" ><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg04TtcsrVKarNWio47RFEele4GRfoW7gs-MqhNmp_8oIFhnvf1Cku9E6S5PheCMWXxzBj0XdPd6pp7zvEwN5z5b61F7O0bK3ukctjG8dka4tYn3VTCeH9W2YyhDFts8Za4fTIupH8afGU/s1600/images.jpg"></a><p><span>Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como niño y le dijo un día a Dios: <o:p> </o:p> </span></p> <p>- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo vivir? tan pequeño e indefenso como soy <o:p> </o:p> </p> <p>- Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te esta esperando y que te cuidara. <o:p> </o:p> </p> <p>- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y Sonreír, eso basta para ser feliz. <o:p> </o:p> </p> <p>- Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tu sentirás su amor y serás feliz. <o:p> </o:p> </p> <p>-¿Y como entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres? <o:p> </o:p> </p> <p>- Tu ángel te dirá las palabras mas dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar. <o:p> </o:p> </p> <p>-¿Y que haré cuando quiera hablar contigo? <o:p> </o:p> </p> <p>- Tu ángel te juntará las manitas te enseñará a orar y podrás hablarme. <o:p> </o:p> </p> <p>-He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá? <o:p> </o:p> </p> <p>- Tu ángel te defenderá mas aún a costa de su propia vida. <o:p> </o:p> </p> <p>- Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor. <o:p> </o:p> </p> <p>- Tu ángel te hablará siempre de Mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado. <o:p> </o:p> </p> <p>En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres, y el niño presuroso repetía con lágrimas en sus ojitos sollozando... <o:p> </o:p> </p> <p>-¡¡Dios mío, si ya me voy dime su nombre!!. ¿Cómo se llama mi ángel? <o:p> </o:p> </p> <p>- Su nombre no importa, tu le dirás : MAMÁ . <o:p> </o:p> </p> <p><span>Fin. </span></p></span></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-78882238133049057502010-11-14T15:40:00.005+01:002010-11-14T16:12:29.589+01:00LOS DÍAS DE LA SEMANA<div>Los Dias de la Semana </div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2Wpfpt82cxdBK4aYSPRB8Arf2SlntExuDyCuegDexqtraW9FdEDoxwH_AiR1rqmTBY19LcxpW0EGRSPS-f5smZZ3zNJu-kmGWFtVi-kVUJq45dUw2GlmQjMKZCJPokKU3rjpfLP9B8uE/s1600/todos.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 160px; height: 160px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2Wpfpt82cxdBK4aYSPRB8Arf2SlntExuDyCuegDexqtraW9FdEDoxwH_AiR1rqmTBY19LcxpW0EGRSPS-f5smZZ3zNJu-kmGWFtVi-kVUJq45dUw2GlmQjMKZCJPokKU3rjpfLP9B8uE/s320/todos.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539422474107797938" /></a><br /><div><br /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><p><span><b>Una vez los días de la semana quisieron divertirse y celebrar un banquete todos juntos. Sólo que los días estaban tan ocupados, que en todo el año no disponían de un momento de libertad; hubieron de buscarse una ocasión especial, en que les quedara una jornada entera disponible, y vieron que esto ocurría cada cuatro años: el día intercalar de los años bisiestos, que lo pusieron en febrero para que el tiempo no se desordenara.</b></span></p><p><span><b>Así, pues, decidieron reunirse en una comilona el día 29 de febrero; y siendo febrero el mes del carnaval, convinieron en que cada uno se disfrazaría, comería hasta hartarse, bebería bien, pronunciaría un discurso y, en buena paz y compañía, diría a los demás cosas agradables y desagradables. Los gigantes de la Antigüedad en sus banquetes solían tirarse mutuamente los huesos mondos a la cabeza, pero los días de la semana llevaban el propósito de dispararse juegos de palabras y chistes maliciosos, como es propio de las inocentes bromas de carnaval.</b></span></p><p><span><b>Llegó el día, y todos se reunieron.</b></span></p></span></div><div><b><br /></b></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFCoTL1q7NJB_-A2Kb0r1DWXoKJMfF9GmOQpVgBhIYpJduJ47seQ-rbaVGIFnOzI0ymFSz7otw4nW2l9D-ffvw2zfQRxF6kFEmhzsGTxnoeZhhmitgL3DiW3TBMON8orTfB9JIkUwhpFo/s1600/22domingo.gif"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 207px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFCoTL1q7NJB_-A2Kb0r1DWXoKJMfF9GmOQpVgBhIYpJduJ47seQ-rbaVGIFnOzI0ymFSz7otw4nW2l9D-ffvw2zfQRxF6kFEmhzsGTxnoeZhhmitgL3DiW3TBMON8orTfB9JIkUwhpFo/s320/22domingo.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539422234673128370" /></b></a><b><br /></b><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b><br /></b></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b><br /></b></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b><br /></b></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b>Domingo, el presidente de la semana, se presentó con abrigo de seda negro. Las personas piadosas podían pensar que lo hacía para ir a la iglesia, pero los mundanos vieron en seguida que iba de dominó, dispuesto a concurrir a la alegre fiesta, y que el encendido clavel que llevaba en el ojal era la linternita roja del teatro, con el letrero: «Vendidas todas las localidades. ¡Que se diviertan!».</b></span></div><div><b><br /></b></div><div><b><br /></b></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFrmFdbDiTUGNc5bv5gAMYGy44h9uzUR_sQNdUIki9aF1Lix19NX-ucGj5T4Ws6cLPFLZ5IIqahI4Lkc_3Lk8DavvG8TOU_PDySywxEA6313lwLHGg_FE2wDVdfx1mi9SV3lT6Z5RKTj0/s1600/lun.gif"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 302px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFrmFdbDiTUGNc5bv5gAMYGy44h9uzUR_sQNdUIki9aF1Lix19NX-ucGj5T4Ws6cLPFLZ5IIqahI4Lkc_3Lk8DavvG8TOU_PDySywxEA6313lwLHGg_FE2wDVdfx1mi9SV3lT6Z5RKTj0/s320/lun.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539421917954603810" /></b></a><b><br /></b><div><b><br /></b></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><p><span><b>Lunes, joven emparentado con el Domingo y muy aficionado a los placeres, llegó el segundo. Decía que siempre salía del taller cuando pasaban los soldados.</b></span></p><p><span><b>-Necesito salir a oír la música de Offenbach. No es que me afecte la cabeza ni el corazón; más bien me cosquillea en las piernas, y tengo que bailar, irme de parranda, acostarme con un ojo a la funerala; sólo así puedo volver al trabajo al día siguiente. Soy lo nuevo de la semana</b></span></p></span></div><div><b><br /></b></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3Mp0vIqsB338EfElexlrss7NyLeBd2y1yhDEXKRjfnySwB2DUuvpBZE-yU8aGcywS41gZVLDvZjwmUqehOs0BdX17H4Z0QZxKDyEwaPTDYM5lwwDBoKfeZrsjQghUoxGwHg8tnX1AbDo/s1600/martes+si.gif"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3Mp0vIqsB338EfElexlrss7NyLeBd2y1yhDEXKRjfnySwB2DUuvpBZE-yU8aGcywS41gZVLDvZjwmUqehOs0BdX17H4Z0QZxKDyEwaPTDYM5lwwDBoKfeZrsjQghUoxGwHg8tnX1AbDo/s320/martes+si.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539421655492346498" /></b></a><b><br /><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; "></span></span></p><p><span class="Apple-style-span"><span><br /></span></span></p><p><span class="Apple-style-span"><span><br /></span></span></p><p><span class="Apple-style-span"><span>Martes, el día de Marte, o sea, el de la fuerza.</span></span></p><p><span class="Apple-style-span"><span>-¡Sí, lo soy! -dijo-. Pongo manos a la obra, ato las alas de Mercurio a las botas del mercader, en las fábricas inspecciono si han engrasado las ruedas y si éstas giran; atiendo a que el sastre esté sentado sobre su mesa y que el empedrador cuide de sus adoquines. ¡Cada cual a su trabajo! No pierdo nada de vista, por eso he venido en uniforme de policía.</span></span></p><p><span class="Apple-style-span"><span>-Si no les parece adecuado, búsquenme un atuendo mejor.</span></span></p></span></b><p></p><p><span class="Apple-style-span"><b><br /></b></span></p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgX34X0T-ppWN39rIq7kUoBLZqXhuSCDiQUmhVUyDvhmcFYEGZUHTcQOd8Cb_By6lM8PRo9_Y34AdmWxspJFpaViEP7c9GwmoY7D7j76A-AnkUPrct3Cp3TjytH3pillwNqwj7OmTZ2E-A/s1600/ima.jpg"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 219px; height: 231px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgX34X0T-ppWN39rIq7kUoBLZqXhuSCDiQUmhVUyDvhmcFYEGZUHTcQOd8Cb_By6lM8PRo9_Y34AdmWxspJFpaViEP7c9GwmoY7D7j76A-AnkUPrct3Cp3TjytH3pillwNqwj7OmTZ2E-A/s320/ima.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539420572750739106" /></b></a><b><br /></b><div><b><br /></b></div><div><b><br /></b></div><div><b><br /></b></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; ">-¡Ahora voy yo! -dijo Miércoles-. Estoy en el centro de la semana. Soy oficial de la tienda, como una flor entre el resto de honrados días laborables. Cuando dan orden de marcha, llevo tres días delante y otros tres detrás, como una guardia de honor. Tengo motivos para creer que soy el día de la semana más distinguido.</span></span></div><div><b><br /></b></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHegl8mwHMC3xkTypGIr1BKfHdWBeL6jmK4S_hZf1jHZOb-L8ElgQRErRtlVo2GVk_OCJcOFiIXGm4G45e7XyT5x93eRAfIajTPvGRCL5zd4DT4pY_LEkzKcX0B50JE0vb6Yj95abSn90/s1600/ju.jpg"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 216px; height: 233px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHegl8mwHMC3xkTypGIr1BKfHdWBeL6jmK4S_hZf1jHZOb-L8ElgQRErRtlVo2GVk_OCJcOFiIXGm4G45e7XyT5x93eRAfIajTPvGRCL5zd4DT4pY_LEkzKcX0B50JE0vb6Yj95abSn90/s320/ju.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539420225447476034" /></b></a><b><br /></b><div><b><br /></b></div><div><span class="Apple-style-span" style="-webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><p><span><span class="Apple-style-span" ><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; ">Jueves se presentó vestido de calderero, con el martillo y el caldero de cobre; era el atributo de su nobleza.</span></span></span></p><p><span><span class="Apple-style-span" ><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium;">-Soy de ilustre cuna -dijo-, ¡gentil, divino! En los países del Norte me han dado un nombre derivado de Donar, y en los del Sur, de Júpiter. Ambos entendieron en el arte de disparar rayos y truenos, y esto ha quedado en la familia.</span></span></span></p><p><span><span class="Apple-style-span" ><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; ">Y demostró su alta alcurnia golpeando en el caldero de cobre.</span></span></span></p></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmIod0HvtroPm4FRvTrUliiQH3cJVZghI8wE9Q2Qj71NLbCqaZt2MoGZomAFnv5Cwo5gixAO_7A7bYVB5lVAGdZ_8vzmptLkngxIwMG2bpMAmKdGWlzvC1EqaKazGoaI4LZd0tTzeHOf8/s1600/imag.jpg"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 231px; height: 219px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmIod0HvtroPm4FRvTrUliiQH3cJVZghI8wE9Q2Qj71NLbCqaZt2MoGZomAFnv5Cwo5gixAO_7A7bYVB5lVAGdZ_8vzmptLkngxIwMG2bpMAmKdGWlzvC1EqaKazGoaI4LZd0tTzeHOf8/s320/imag.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539419945775491810" /></b></a><b><br /><br /></b><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b><br /></b></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; color: rgb(0, 0, 128); -webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><b><span class="Apple-style-span" >Viernes venia disfrazado de señorita, y se llamaba Freia o Venus, según el lenguaje de los países que frecuentaba. Por lo demás, afirmó que era de carácter pacífico y dulce, aunque aquel día se sentía alegre y desenvuelto; era el día bisiesto, el cual da libertad a la mujer, pues, según una antigua costumbre, ella es la que se declara, sin necesidad de que el hombre le haga la corte</span><span class="Apple-style-span" >.</span></b></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiumGeePjgjINRGFvXyRdW0KRAk5DzoxqTd9d5BHuW6PLK6I8FpKlY9vFcaloKIE4pQfp2hiri2vz2te-qTnTOmJ-y99TvcajqcTfj4a8n_mzUCY-Gv_JeWsy7-Iu8uujbog8qxNUJXQ-8/s1600/aaf0361e.gif"><b><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 266px; height: 221px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiumGeePjgjINRGFvXyRdW0KRAk5DzoxqTd9d5BHuW6PLK6I8FpKlY9vFcaloKIE4pQfp2hiri2vz2te-qTnTOmJ-y99TvcajqcTfj4a8n_mzUCY-Gv_JeWsy7-Iu8uujbog8qxNUJXQ-8/s320/aaf0361e.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5539419269331220482" /></b></a><b><br /></b><span class="Apple-style-span" style="-webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px; "><p><b><span></span></b></p><p></p><p align="center"><span><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></span></span></p><p></p><p align="center" style="text-align: left;"></p><p style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span><span>Sábado vino de ama de casa, con escoba, como símbolo de la limpieza. Su plato característico era la sopa de cerveza, mas no reclamó que en ocasión tan solemne la sirviesen a todos los comensales; sólo la pidió para ella, y se la trajeron.</span></span></p><p style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span><span>Y todos los días de la semana se sentaron.</span></span></p><p style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span><span>Los siete quedan dibujados, utilizables para cuadros vivientes en círculos familiares, donde pueden ser presentados de la manera más divertida. Aquí los damos en febrero sólo en broma, el único mes que tiene un día de propina.</span></span></p><p align="center" style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span><span><b>FIN</b></span></span></p><p align="center"><span><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-size: x-large;"><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><a href="http://www.pekegifs.com/cuentos_infantiles_andersen.htm" style="text-decoration: none; "><span> </span><span>Hans Cristian Andersen</span></a></span></span></span></span></p><p></p><p></p></span>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-14767303718913344132010-10-09T19:54:00.003+02:002010-11-14T16:09:47.886+01:00LA HILANDERA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtrMh3Pq1FOFc0gsqTsX4Vx0UiuAPj7J-zrNv67PNYyif2N8yw42tvsbpDnZG53tNkIQnGyVFoCzLwcn3e2GjTPb3Rv5mzzVpPWPNnRzo7o46vYi4ILHVAeTR7Lf0fqmMv5I7tyWnftQA/s1600/la+hilandera.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 246px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtrMh3Pq1FOFc0gsqTsX4Vx0UiuAPj7J-zrNv67PNYyif2N8yw42tvsbpDnZG53tNkIQnGyVFoCzLwcn3e2GjTPb3Rv5mzzVpPWPNnRzo7o46vYi4ILHVAeTR7Lf0fqmMv5I7tyWnftQA/s320/la+hilandera.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5526108096010990658" /></a><br /><table id="table3" width="100%" border="0"><tbody><tr><td colspan="2" align="center"></td></tr><tr><td width="50%" align="center"><b>LA HILANDERA </b></td> <td width="49%" align="center"> </td> </tr> </tbody></table> <table id="table4" width="100%" border="0"> <tbody><tr> <td> <table id="table5" width="100%" border="0"> <tbody><tr> <td> <p align="justify"><b><span class="Apple-style-span"> </span><span class="Apple-style-span">Érase una vez un molinero muy pobre que no tenía en el mundo más que a su hija. Ella era una muchacha muy hermosa. Cierto día, el rey mandó llamar al molinero, pues hacía mucho tiempo no le pagaba impuestos. El pobre hombre no tenía dinero, así es que se le ocurrió decirle al rey:<br /><br /> -Tengo una hija que puede hacer hilos de oro con la paja.<br /><br /> -¡Tráela! -ordenó el rey.<br /><br /> Esa noche, el rey llevó a la hija del molinero a una habitación llena de paja y le dijo:<br /><br /> -Cuando amanezca, debes haber terminado de fabricar hilos de oro con toda esta paja. De lo contrario, castigaré a tu padre y también a tí. La pobre muchacha ni sabía hilar, ni tenía la menor idea de cómo hacer hilos de oro con la paja. Sin embargo, se sentó frente a la rueca a intentarlo. Como su esfuerzo fue en vano, desconsolada, se echó a llorar.<br /><br /> De repente, la puerta se abrió y entró un hombrecillo extraño.<br /><br /> -Buenas noches, dulce niña. ¿Por qué lloras?<br /><br /> -Tengo que fabricar hilos de oro con esta paja -dijo sollozando-, y no sé cómo hacerlo.<br /><br /> -¿Qué me das a cambio si la hilo yo? -preguntó el hombrecillo.<br /><br /> -Podría darte mi collar -dijo la muchacha.<br /><br /> -Bueno, creo que eso bastará -dijo el hombrecillo, y se sentó frente a la rueca.<br /><br /> Al otro día, toda la paja se había transformado en hilos de oro. Cuando el rey vio la habitación llena de oro, se dejó llevar por la codicia y quiso tener todavía más. Entonces condujo a la muchacha a una habitación aún más grande, llena de paja, y le ordenó convertirla en hilos de oro. La muchacha estaba desconsolada.<br /><br /> "¿Qué voy a hacer ahora?" se dijo.<br /><br /> Esa noche, el hombrecillo volvió a encontrar a la joven hecha un mar de lágrimas. Esta vez, aceptó su anillo de oro a cambio de hilar toda la paja.Al ver tal cantidad de oro, la avaricia del rey se desbordó. Encerró a la muchacha en una torre llena de paja.<br /><br /> -Si mañana por la mañana ya has convertido toda esta paja en hilos de oro, me casaré contigo y serás la reina.<br /><br /> El hombrecillo regresó por la noche, pero la pobre muchacha ya no tenía nada más para darle.<br /><br /> -Cuando te cases -propuso el hombrecillo- tendrás que darme tu primer hijo.<br /><br /> Como la muchacha no encontró una solución mejor, tuvo que aceptar el trato.<br /><br /> Al día siguiente, el rey vio con gran satisfacción que la torre estaba llena de hilos de oro. Tal como lo había prometido, se casó con la hija del molinero.<br /><br /> Un año después de la boda, la nueva reina tuvo una hija.<br /><br /> La reina había olvidado por completo el trato que había hecho con el hombrecillo, hasta que un día apareció.<br /><br /> -Debes darme lo que me prometiste -dijo el hombrecillo.<br /><br /> La reina le ofreció toda clase de tesoros para poder quedarse con su hija, pero el hombrecillo no los aceptó.<br /><br /> -Un ser vivo es más precioso que todas las riquezas del mundo -dijo.<br /><br /> Desesperada al escuchar estas palabras, la reina rompió a llorar. Entonces el hombrecillo dijo:<br /><br /> -Te doy tres días para adivinar mi nombre. Si no lo logras, me quedo con la niña.<br /><br /> La reina pasó la noche en vela haciendo una lista de todos los nombres que había escuchado en su vida. Al día siguiente, la reina le leyó la lista al hombrecillo, pero la respuesta de éste a cada uno de ellos fue siempre igual:<br /><br /> -No, así no me llamo yo.<br /><br /> La reina resolvió entonces mandar a sus emisarios por toda la ciudad a buscar todo tipo de nombres.<br /><br /> Los emisarios regresaron con unos nombres muy extraños como Piedrablanda y Aguadura, pero ninguno sirvió. El hombrecillo repetía siempre:<br /><br /> -No, así no me llamo yo.<br /><br /> Al tercer día, la desesperada reina envió a sus emisarios a los rincones más alejados del reino.<br /> Ya entrada la noche, el último emisario en llegar relató una historia muy particular.<br /><br /> -Iba caminando por el bosque cuando de repente vi a un hombrecillo extraño bailando en torno a una hoguera. Al tiempo que bailaba iba cantando: "¡La reina perderá, pues mi nombre nunca sabrá. Soy el gran Rumpelstiltskin!"<br /><br /> Esa misma noche, la reina le preguntó al hombrecillo:<br /><br /> -¿Te llamas Alfalfa?<br /><br /> -No, así no me llamo yo.<br /><br /> -¿Te llamas Zebulón?<br /><br /> -No, así no me llamo yo.<br /><br /> -¿Será posible, entonces, que te llames Rumpelstilstkin? -preguntó por fin la reina.<br /><br /> Al escuchar esto, el hombrecillo sintió tanta rabia que la cara se le puso azul y después marrón. Luego pateó tan fuerte el suelo que le abrió un gran hueco.<br /><br /> Rumpelstiltskin desapareció por el hueco que abrió en el suelo y nadie lo volvió a ver jamás. La reina, por su parte, vivió feliz para siempre con el rey y su preciosa hijita.</span> </b></p></td> </tr> <tr> <td align="justify"><b><span class="Apple-style-span"> </span></b></td> </tr> </tbody></table> </td> </tr> <tr> <td><b><span class="Apple-style-span"> </span></b></td> </tr> <tr> <td> <p align="center"> <span><span class="Apple-style-span"><b> FIN</b></span></span></p></td></tr></tbody></table>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-30972135878341476522010-09-04T20:28:00.004+02:002010-09-04T20:41:20.752+02:00LÁGRIMAS DE CHOCOLATE<div>LÁGRIMAS DE CHOCOLATE</div><div><br /></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEietfFkeP7aEVbiRNfq9ZFBOR0cW51aeloGZVA2E7Ey2amkKDQasap3Ze5jVYdsSxWrexpa8t2snxY_Y4HA4hbBxNqWjAGQdp_B79fY8ZFbj5IEOMBXm5opNEJkJQIO4dJbnFqgTUcxzK8/s1600/mix_073.gif"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 84px; height: 112px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEietfFkeP7aEVbiRNfq9ZFBOR0cW51aeloGZVA2E7Ey2amkKDQasap3Ze5jVYdsSxWrexpa8t2snxY_Y4HA4hbBxNqWjAGQdp_B79fY8ZFbj5IEOMBXm5opNEJkJQIO4dJbnFqgTUcxzK8/s320/mix_073.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5513129853108150706" /></a><br /><div id="content-wrapper"><div id="content"><div id="content-inner"><div id="content-content"><div id="node-215" class="node odd full-node node-type-cuento"><div class="field field-type-text field-field-inicio" style="clear: left; padding-top: 0px;"><div class="field-items"><div class="field-item"><p>Camila Comila era una niña golosa y comilona que apenas tenía amigos y sólo encontraba diversión en los dulces y los pasteles.</p><p> Preocupados, sus papás escondían cualquier tipo de dulce que caía en sus manos, y la niña comenzó una loca búsqueda de golosinas por todas partes. </p><p>En uno de sus paseos, acabó en una pequeña choza desierta, llena de chacharros y vasos de todos los tipos y colores. Entre todos ellos, se fijó en una brillante botellita de crital dorado, rellena de lo que parecía chocolate, y no dudó en bebérselo de un trago. Estaba delicioso, pero sintió un extraño cosquilleo, y entonces reparó en el título de la etiqueta: "lágrimas de cristal", decía, y con pequeñísimas letras explicaba: "conjuro para convertir en chocolate cualquier tipo de lágrimas".</p> <p>¡Camila estaba entusiasmada! Corrió por los alrededores buscando quien llorase, hasta encontrar una pequeña niña que lloraba desconsolada.</p><p> Nada más ver sus lágrimas, estas se convirtieron en chocolate, endulzando los labios de la niñita, que al poco dejó de llorar. Juntas pasaron un rato divertido probando las riquísimas lágrimas, y se despidieron como amigas. Algo parecido ocurrió con una mujer que había dejado caer unos platos y un viejito que no encontraba su bastón; la aparición de Camila y las lágrimas de chocolate animaron sus caras y arrancaron alguna sonrisa. </p> <p>Pronto Camila se dio cuenta de que mucho más que el chocolate de aquellas lágrimas, era alegrar a personas con problemas lo que la hacía verdaderamente feliz, y sus locas búsquedas de dulces se convirtieron en simpática ayuda para quienes encontraba entregados a la tristeza. Y de aquellos dulces encuentros surgieron un montón de amigos que llenaron de sentido y alegría la vida de Camila.</p> </div></div></div><br /><strong>Autor</strong>.. <a href="http://cuentosparadormir.com/pedro-pablo-sacristan" rel="nofollow">Pedro Pablo Sacristan</a></div></div></div></div></div><div id="postscript-wrapper" class="postscripts-3 clearfix"><div id="postscript-last" class="column"><div class="block-wrapper odd"><div class="rounded-block"><div class="rounded-outside"><div class="rounded-inside"> <p class="rounded-bottomspace"></p> </div><!-- /rounded-inside --> </div> <div class="rounded-block-bottom-left"></div> <div class="rounded-block-bottom-right"></div> </div><!-- /rounded-block --> </div> <!-- /end block.tpl.php --> </div><!-- /postscript-last --></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-35042888463275203522010-08-07T13:48:00.002+02:002010-08-07T13:55:24.202+02:00DOS DUENDES Y DOS DESEOS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKbRYW-ecCVdjOu1pzYsxMlcVZFvzLSB3gXxWH7ocMjSSJEebPA9O4M8Dtgg69Y_x3Nez6xtxTEpiVi-9gPSNOhimGq7wlZhyphenhyphenEwC74CWWtL0IKzQB92Dyx_9E-E6u8LGPD-LmpDcr-wI0/s1600/DUENDES.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 294px; height: 171px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKbRYW-ecCVdjOu1pzYsxMlcVZFvzLSB3gXxWH7ocMjSSJEebPA9O4M8Dtgg69Y_x3Nez6xtxTEpiVi-9gPSNOhimGq7wlZhyphenhyphenEwC74CWWtL0IKzQB92Dyx_9E-E6u8LGPD-LmpDcr-wI0/s320/DUENDES.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5502635278704105138" /></a><br /><div class="field field-type-text field-field-inicio" style="clear: left; padding-top: 0px;"><div class="field-items"><div class="field-item"><p>DOS DUENDES Y DOS DESEOS </p><p>Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que pudieran llegar a atrapar las nubes.</p> <p>Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto se rio, que decidió regalar un don mágico a cada uno.</p> <p>- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto.</p> <p>El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento.</p> <p>- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!</p> <p>- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?</p> <p>El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.</p> <p>El Hada, entoces, se dirigió al otro duende.</p> <p>- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?</p> <p>El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió:</p> <p>- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo. Se va a matar del golpe cuando caiga.</p> <p>En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.</p> <p>Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.</p> <p>El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.</p> </div></div></div><br /><strong>Autor</strong>.. <a href="http://cuentosparadormir.com/faq">Pedro Pablo Sacristan</a>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-72930382301794670612010-07-10T21:10:00.002+02:002010-07-10T21:16:40.308+02:00EL BURRITO DESCONTENTO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Pm-UGuJz4U5hNrMTzIZnlTxYWcVy0DBBrpnke9IMXqeh9vm_etjWhms9EkYyqHh8dzqz4hiRocAadNwUEDhY-q-swj4r52Tr9ANbxP6yZVKCnQWVIIPtUvNlsmwCTECZzUe8JZiZN2g/s1600/5.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 145px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Pm-UGuJz4U5hNrMTzIZnlTxYWcVy0DBBrpnke9IMXqeh9vm_etjWhms9EkYyqHh8dzqz4hiRocAadNwUEDhY-q-swj4r52Tr9ANbxP6yZVKCnQWVIIPtUvNlsmwCTECZzUe8JZiZN2g/s320/5.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5492358411332462674" /></a><div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Pm-UGuJz4U5hNrMTzIZnlTxYWcVy0DBBrpnke9IMXqeh9vm_etjWhms9EkYyqHh8dzqz4hiRocAadNwUEDhY-q-swj4r52Tr9ANbxP6yZVKCnQWVIIPtUvNlsmwCTECZzUe8JZiZN2g/s1600/5.jpg"></a><br /><div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Pm-UGuJz4U5hNrMTzIZnlTxYWcVy0DBBrpnke9IMXqeh9vm_etjWhms9EkYyqHh8dzqz4hiRocAadNwUEDhY-q-swj4r52Tr9ANbxP6yZVKCnQWVIIPtUvNlsmwCTECZzUe8JZiZN2g/s1600/5.jpg"></a><b>EL BURRITO DESCONTENTO</b><br /><span class="Apple-style-span" style="border-collapse: collapse;"><b><br /></b></span><b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él tenía el pesebre cubierto de paja seca. - Paja seca! - se decía el Burrito, despreciándola. Vaya una cosa que me pone mi amo! Ay, cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino! </span> </b> <b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">Así suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estación creció hermosa hierba verde en gran abundancia. El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le duró muy poco tiempo esta alegría. El campesino segó la hierba y luego la cargó a lomos del Burrito y la llevó a casa. Y luego volvió y la cargó nuevamente. Y otra vez. Y otra. De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierva verde. </span> </b> <b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">Ay, cuándo llegará el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado! Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejoró la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al campo y le cargaba con mieses y con todos los productos cosechados en sus huertos. El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tenía que trabajar bajo los ardores del Sol. - Ay, qué ganas tengo de que llegue el otoño! Así dejaré de cargar haces de paja, y tampoco tendré que llevar sacos de trigo al molino para que allí hagan harina. Así se lamentaba el descontento, y ésta era la única esperanza que le quedaba, porque ni en primavera ni en verano había mejorado su situación.</span></b><span class="Apple-style-span" style="font-family:'Book Antiqua';"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span> <b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">Pasó el tiempo... Llegó el otoño. Pero, qué ocurrió? El criado sacaba del establo al Burrito cada día y le ponía la albarda. - Arre, arre! En la huerta nos están esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega. El Burrito iba y venía de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio, reflexionaba que no había mejorado su condición con el cambio de estaciones. </span> </b> <b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">El Burrito se veía cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa. Aquella tarde le habían cargado con un gran acopio de leña, y el animal, caminando hacia la casa, iba razonando a su manera: - Si nada me gustó la primavera, menos aún me agrado el verano, y el otoño tampoco me parece cosa buena, Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descasar cuanto me apetezca. Bienvenido sea el invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento. </span> </b> <b><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;">Y cuando por fin, llegó el invierno, el Burrito fue muy feliz. Vivía descansado en su cómodo establo, y, acordándose de las anteriores penalidades, comía con buena gana la paja que le ponían en el pesebre. </span> </b> <b> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;color:#000000;"> Ya no tenía las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurrió este pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y así iremos caminando satisfechos por los senderos de la vida: Contentarnos con nuestra suerte es el secreto de la felicidad. </span> </b></div></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-3967889933492436562010-07-01T16:40:00.006+02:002010-07-03T17:30:13.282+02:00PREMIO<div>Otro precioso premio que nos concede <a href="http://brujitadelux.blogspot.com/">Brujita </a>, pasaros por su blog tiene cosas muy bonitas para los niños, gracias por pensar siempre en este blog<br /><br /></div><div><br /></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYBq1IC9Q-v2DutVZn_GsRuTymA_GLrfxwyUQCzkF_U_Cfil80yxM39tapcg48y7Tjsv0k-4Ljq34Nb5WmKLcE1WGTGlCBlMzU3yLkLKKhoNY9mWnud6jMgEPZ_qoJ-_LU7pio1n1gyO4/s1600/PREMI+1.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 196px; height: 220px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYBq1IC9Q-v2DutVZn_GsRuTymA_GLrfxwyUQCzkF_U_Cfil80yxM39tapcg48y7Tjsv0k-4Ljq34Nb5WmKLcE1WGTGlCBlMzU3yLkLKKhoNY9mWnud6jMgEPZ_qoJ-_LU7pio1n1gyO4/s320/PREMI+1.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489702241977766178" /></a><br /><div><br /></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-43519777023603122472010-07-01T16:31:00.002+02:002010-07-01T16:35:47.396+02:00LAS ZAPATILLAS ROJAS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYo4RpLIC-i1bB1NLwrJ7-eiuP9H9jXciV8j7F7bhMM-sFZ_KUmhXjaJn2_OlcyvaXiN_JVrk5qR3w36kkh69_UGlerxhSQz9J9DHZ7Zkum26to_fA8nrwQ690UzDTO64jbQCQGJNWH7o/s1600/zapatillas.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 180px; height: 242px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYo4RpLIC-i1bB1NLwrJ7-eiuP9H9jXciV8j7F7bhMM-sFZ_KUmhXjaJn2_OlcyvaXiN_JVrk5qR3w36kkh69_UGlerxhSQz9J9DHZ7Zkum26to_fA8nrwQ690UzDTO64jbQCQGJNWH7o/s320/zapatillas.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5488946449446566994" border="0" /></a><br />LAS ZAPATILLAS ROJAS<br /><br />Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo. Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente. A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo felicitaciones y admiración de todo el mundo.<br /><br />Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su presencia: - Ve y cómprate calzado adecuado para la ocasión - Le dijo su benefactora alargándole el dinero. Pero Karen, desobedeciendo, y aprovechando que la vieja dama no veía muy bien, encargó a la zapatera un par de zapatos rojos de baile.<br /><br />El día de la celebración, todo el mundo miraba los zapatos rojos de Karen. Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una muchachita empleara ese tono en el calzado. La mujer, enfadada con Karen por haber desobedecido, la reprendió allí mismo: - Eso es coquetería y vanidad, Karen, y ninguna de esas cualidades te ayudará nunca. Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos.<br /><br />La pobre señora murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral. Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces, cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos: -¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo.<br /><br />Al entrar en la iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella: -¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo. Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó: -¡Ajustaos bien cuando bailéis!<br /><br />Al salir de la iglesia, ¡Cuál sería la sorpresa de Karen al sentir un cosquilleo en los pies! Las zapatillas rojas se pusieron a bailar como poseídas por su propia música. Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron cómo Karen se alejaba bailando por las plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber qué era pie y qué era zapato!<br /><br />Pasaron los días y Karen seguía bailando y bailando. ¡Estaba tan cansada...! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había ayudado tanto. - ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque para ello sea necesario que me corten los pies!-<br /><br />Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con lágrimas en los ojos gritó desde la puerta: -¡Sal! ¡Sal! No puedo entrar porque estoy bailando. -¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha se estremece.- dijo el verdugo.<br /><br />-¡No me cortes la cabeza -dijo Karen-, porque entonces no podré arrepentirme de mi vanidad! Pero por favor, córtame los pies con los zapatos rojos para que pueda dejar de bailar. Pero cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Karen fue mayúscula. El terrible verdugo no era otro que el mendigo limpiabotas que había encantado sus zapatillas rojas.<br /><br />-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile!- exclamó -¡Seguro que se ajustan muy bien al bailar!- dijo guiñando un ojo a la pobre Karen -Déjame verlos más de cerca...-. Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar. Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas rojas.<br /><br /><b>FIN</b>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-31439272214806772052010-05-15T20:02:00.005+02:002010-07-10T21:05:30.475+02:00ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZEVgudESaeTIhzJv9gt4ht0iHEEkScPGy_QAc4jujb9rm7f4J6uLJrDynOtXmwk3hgk4sYo11QvCtZ_VUSJTkpAh_3c-tTcfgTj383KU-m0-3zVNemqUDTIiQw4vB6V4uzBzRS9cDn0/s1600/1209499387_f.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZEVgudESaeTIhzJv9gt4ht0iHEEkScPGy_QAc4jujb9rm7f4J6uLJrDynOtXmwk3hgk4sYo11QvCtZ_VUSJTkpAh_3c-tTcfgTj383KU-m0-3zVNemqUDTIiQw4vB6V4uzBzRS9cDn0/s320/1209499387_f.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5471559697170460834" /></a><div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZEVgudESaeTIhzJv9gt4ht0iHEEkScPGy_QAc4jujb9rm7f4J6uLJrDynOtXmwk3hgk4sYo11QvCtZ_VUSJTkpAh_3c-tTcfgTj383KU-m0-3zVNemqUDTIiQw4vB6V4uzBzRS9cDn0/s1600/1209499387_f.jpg"></a><br />ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA<div><br />Aladino era un joven que vivía en Oriente Medio. Al morir su padre, su madre tuvo que trabajar sin descanso mientras su hijo crecía en las calles sin oficio.<br /><br />Un día en el mercado, un anciano le preguntó por su padre, y al saber de su muerte lloró y le dijo:<br />- Soy tu tío Salim hermano de tu padre. Llévame ante tu madre. Pero en realidad era un mago africano.<br /><br />Aladino lo llevo a su humilde casa y su madre no tenía que darles de comer. El mercader les dio unas monedas y les ofreció ayuda porque decía ser muy rico.<br />-¿Que oficio tienes? - le preguntó al muchacho y este no supo que decir; entonces su mamá contestó:<br />- No sabe nada, solo anda por las calles con sus amigos.<br />-¡Pero esto no está bien! Ven con migo a la India y te ayudaré a poner una tienda de ricas telas.<br />Por la mañana, partieron en camellos. Viajaron hasta la noche y el mago pidió a Aladino que recogiera leña para el fuego:<br />-Ve y luego te revelaré un secreto. - dijo el viejo.<br />Al rato frente a una enorme fogata el mago comenzó a pronunciar palabras mágicas y extrañas... ¡De repente del fuego, salió una puerta de loza amarilla! Aladino atemorizado quiso huir pero el mago le ordenó:<br />-¡Abre la losa, no te pasará nada y serás recompensado! Baja y atraviesa un jardín. Al final hallarás una lámpara de aceite colgada. ¡Tráemela! Aladino encontró la lámpara y dentro de ella un anillo que se puso en el dedo. Al regresar se llenó los bolsillos de piedras preciosas que pendían de los arbustos del jardín. Cuando quiso salir del pozo el mago no quiso ayudarle, solo quería que le de la lámpara Aladino le suplicó que lo sacara pero el mago se puso furioso y le dijo que antes de sacarlo prefería perder los poderes de la lámpara y de un golpe serró la pequeña puerta. Entonces todo era oscuridad y frío y el pobre joven comenzó a frotarse las manos para darse calor y como una nube de luz salió del anillo; era un genio que le dijo:<br />- "Amo haré lo que me ordenes" y sin pensarlo mucho Aladino le pidió que lo llevara a la casa de su mamá. En pocos segundos aparecieron allí y le contaron lo sucedido a su madre, esta muy triste dijo:<br />- Hijo no se que hacer, ya no queda dinero ni para la comida... El genio del anillo que estaba oyendo todo se disculpó:<br />- No puedo, solo puedo llevarte de un sitio a otro. La madre entonces decidió vender la lámpara y comenzó a frotarla con un paño para limpiar la suciedad. De repente apareció un horrible genio que con una vos espantosa dijo:<br />-Soy el esclavo de la lámpara .Ordenen y obedeceré. A partir de es día a Aladino y su madre no les faltó nada.<br /><br />Aladino comenzó a aprender el oficio de comerciante y un día paseando por el mercado vio pasar a la hermosa hija del sultán quien lo enamoró con solo una mirada. Al llegar a su casa el joven pidió a su madre que llevase las piedras preciosas que había recogido en el jardín y que le pidiese la mano de su hija para poder casarse con ella. La mamá trató de convencer al sultán pero este le propuso: - Si tu hijo construye antes de mañana un espléndido palacio, consentiré esta boda. Aladino ansioso le pidió al genio de la lámpara que levantara un palacio de mármol y piedras preciosas, con el jardín mas bello de todos. Al día siguiente el sultán quedó impresionado al ver tal palacio y concedió la mano de su hija al muchacho. En pocos días se casaron y comenzaron una vida muy feliz.<br /><br />Pero en África el viejo mago se enteró de que Aladino no había muerto y furioso emprendió su regreso para buscar la lámpara maravillosa. Al llegar compró lámparas nuevas y las llevó al palacio:<br />- ¿Quién cambia lámparas nuevas por viejas? - iba gritando. La princesa que estaba en el balcón ofreció la vieja lámpara de Aladino al anciano. Al anochecer el mago hizo aparecer al genio y le ordenó:<br />- Deseo que me lleves, junto al palacio y la princesa, al África. El genio arrancó el palacio y lo llevó en sus brazos rápidamente.<br /><br />El sultán al enterarse sospechó de Aladino, entonces este tuvo que contarle a su suegro su desgraciada aventura:<br />- Te perdonaré la vida si antes de cuarenta días y cuarenta noches me traes a mi hija. - le dijo el sultán. El jóven estaba desesperado pero se acordó del genio del anillo y lo hizo aparecer y le ordenó que lo llevara junto a la princesa. Casi sin darse cuenta, aparecieron en África. El joven encontró a su esposa llorando. Llegó hasta ella y le contó lo sucedido.<br />- ¿Dónde está la lámpara ahora?<br />- preguntó a la princesa.<br />- El malvado mago no se separaba ni un segundo de ella.<br /><br />Entre los dos elaboraron un plan: ella se puso hermosísima e invitó al mago a cenar y cuando este se entretuvo tomando una copa de vino Aladino aprovechó recuperó la lámpara y lanzó al viejo por el balcón. Luego hizo aparecer al genio y le ordenó que los devuelva a Oriente junto al palacio.<br /><br />El sultán y la mamá de Aladino abrazaron felices a sus hijos al verlos llegar.<br /><br />Organizaron una semana entera de festejos...Aladino llegó a reinar en Oriente y fue feliz con la princesa por mucho tiempo.<br /><br />FIN </div></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-12051379599530163412010-03-24T21:07:00.004+01:002010-03-24T21:16:15.608+01:00EL PRÍNCIPE AZUL<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFeWm0HZOKPaUw0_LxSJ9OJBNFPctojtT6y3OvNIyaj8E_LsV8MqyQy8FE5wjCNFn3PsKDJaf3MSEE8urX51KJiF9EF2Y3XwtvyhNRkyxG4b6rJKyoe9n08NaCKNlg07Lwh7E3I7hCw4g/s1600/el-principe-feliz.gif"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 309px; height: 286px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFeWm0HZOKPaUw0_LxSJ9OJBNFPctojtT6y3OvNIyaj8E_LsV8MqyQy8FE5wjCNFn3PsKDJaf3MSEE8urX51KJiF9EF2Y3XwtvyhNRkyxG4b6rJKyoe9n08NaCKNlg07Lwh7E3I7hCw4g/s320/el-principe-feliz.gif" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452296755457322498" /></a><br /><br />EL PRÍNCIPE FELIZ <br /> <br />Oscar Wilde<br /> <br />En la parte más alta de la ciudad, sobre una gran columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.<br />Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.<br />Por todo lo cual era muy admirada.<br />-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte- . Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico, cosa que, en realidad, no era.<br />-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.<br />-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.<br />-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.<br />-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?<br />-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.<br />Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.<br />Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad. Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.<br />Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.<br />-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.<br />Y el Junco le hizo un profundo saludo.<br />Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.<br />Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.<br />-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.<br />Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.<br />Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo. Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.<br />-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.<br />Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.<br />-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.<br />-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco. Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.<br />-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!<br />Y la Golondrina se fue.<br />Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.<br />-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.<br />Entonces divisó la estatua sobre la columna.<br />-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.<br />Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.<br />-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.<br />Y se dispuso a dormir.<br />Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.<br />-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.<br />Entonces cayó una nueva gota.<br />-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.<br />Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota. La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!<br />Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.<br />Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.<br />-¿Quién sois? -dijo.<br />-Soy el Príncipe Feliz.<br />-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina- . Me habéis empapado casi.<br />-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placeres la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.<br />«¡Cómo! ¿No es de oro de ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.<br />-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa.<br />Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarla el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.<br />-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas<br />revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.<br />-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!<br />-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas, volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.<br />Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.<br />-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.<br />-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.<br />Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad. Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.<br />Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.<br />Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.<br />-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!<br />-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial - respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!<br />Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el ghetto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.<br />Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.<br />La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.<br />-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor. Y cayó en un delicioso sueño.<br />Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.<br />-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.<br />Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.<br />Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.<br />-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!<br />Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local. Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...<br />-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.<br />Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.<br />Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.<br />Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:<br />-¡Qué extranjera más distinguida!<br />Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.<br />-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.<br />-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?<br />-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.<br />-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.<br />-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?<br />-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.<br />-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso. Y se puso a llorar.<br />-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.<br />Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.<br />El joven tenía la cabeza hundida en sus manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.<br />-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.<br />Y parecía completamente feliz.<br />Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.<br />Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.<br />-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.<br />-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina. Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.<br />-He venido para deciros adiós -le dijo.<br />-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?<br />-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.<br />-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.<br />-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.<br />-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.<br />Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.<br />Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.<br />-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.<br />Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.<br />-Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.<br />-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.<br />-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.<br />Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños. Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.<br />-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.<br />Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.<br />Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras. Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.<br />- ¡Qué hambre tenemos! -decían.<br />-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.<br />Y se alejaron bajo la lluvia.<br />Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.<br />-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.<br />Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.<br />Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.<br />-¡Ya tenemos pan! -gritaban.<br />Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.<br />Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían. Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.<br />La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.<br />Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.<br />Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.<br />-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.<br />-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.<br />-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad? Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.<br />En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.<br />El hecho es que su corazón de plomo se había partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.<br />A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.<br />Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.<br />-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!<br />-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.<br />Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.<br />-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado - dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.<br />-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.<br />-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.<br />Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea. Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.<br />-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.<br />Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.<br />-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.<br />-O la mía -dijo cada uno de los concejales.<br />Y acabaron disputando.<br />-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como deshecho.<br />Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.<br />-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.<br />Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.<br />-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.<br /><br /> FINMerchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-63074280769502373202010-03-21T21:53:00.002+01:002010-03-21T21:56:41.195+01:00EL SENDERO DEL MAGO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-1rojRBGGzoDtWdm6n9HnyoEi2MlbzDKDtFAyqIuTMxRETCW7NNCj2iKF3Da_QhGnWdQNfc9qipHehrs4praDw_MDWcYw8Z0edJbYHJmiXUZPc9GE8LBG6ORSDIlRx7Wu3Uvyppz9jic/s1600-h/explain.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 293px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-1rojRBGGzoDtWdm6n9HnyoEi2MlbzDKDtFAyqIuTMxRETCW7NNCj2iKF3Da_QhGnWdQNfc9qipHehrs4praDw_MDWcYw8Z0edJbYHJmiXUZPc9GE8LBG6ORSDIlRx7Wu3Uvyppz9jic/s320/explain.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5451193926291732642" /></a><br /><br /><br />EL SENDERO DEL MAGO<br />Deepak Chopra<br /><br />El más puro de los caballeros que sirvió a Arturo fue Galahad, a pesar de tener en común con el rey el hecho de haber sido concebido fuera del matrimonio.<br /><br />Aunque el hecho de que Galahad fuese hijo natural de Lancelot, no conllevaba estigma alguno, cuando llego el día en que debía convertirse en paladín de una dama de la corte, el rey Arturo se opuso y manifestó su descontento.<br /><br />- "No permitiré que seas el paladín de ninguna dama noble", declaró Arturo.<br /><br />Galahad se ruborizó y tartamudeó:- "Pero mi señor, todo caballero debe servir a una dama para demostrarle la pureza de su amor".<br /><br />"¿Qué sabes tu del amor?" Preguntó Arturo de una manera tan incisiva que Galahad se ruborizó todavía más intensamente. "Si estás tan ansioso de luchar por una dama, te presentaré a tres para que escojas".<br /><br />El rey mandó llamar inmediatamente a Margaret, una vieja lavandera de cabello cano y con verrugas en la nariz. "¿Le servirás a ella por amor, gentil caballero?, -le preguntó Arturo. La confusión de Galahad fue enorme. "No comprendo mi señor" murmuró.<br /><br />Arturo lo miró fijamente he hizo salir a la mujer. "Traigan a otra", ordenó. Esta vez trajeron a una niña recién nacida. "Si Margaret te pareció demasiado vieja y fea, entonces ¿Qué piensas de esta dama? Es de noble cuna y no puedes negar su hermosura". Aunque no había duda de que la niña era muy hermosa, la confusión de Galahad, iba en aumento. Sacudió la cabeza.<br /><br />"Este amor del que hablas es un amor difícil de complacer" dijo Arturo. Mandó llamar a una tercera dama, y esta vez entró Arabela, una preciosa niña de doce años. Galahad la miró y trato de reprimir la ira. "Mi señor, es apenas una jovencita y mi media hermana", dijo.<br /><br />"Pediste una dama a la cual servir" dijo Arturo, "y he sido lo bastante generoso como para presentarte a tres. Ahora debes decidir".<br /><br />Galahad, estaba aturdido. "¿Por qué te burlas de mí, de ese modo?", preguntó.<br /><br />Arturo hizo un gesto con la mano, y en pocos minutos, salió todo el mundo del gran salón y ellos dos quedaron solos. "No me burlo de ti", le dijo. "Trato de mostrarte algo que aprendí de mi maestro Merlín".<br /><br />Galahad alzó los ojos y vio que el ceño de Arturo se había suavizado. "Mis caballeros dicen servir a sus damas por amor", prosiguió el rey, "y, a pesar de sus votos de amar castamente, la mayoría de las veces sienten pasión por aquellas a quienes sirven, ¿no es verdad?, Galahad asintió. "Y cuanto más grande es su pasión por las damas, mayor es su celo de servirles, ¿verdad?, preguntó Arturo. El joven caballero asintió de nuevo. "Merlín me enseñó otra forma de amar", dijo Arturo. "Piensa en la anciana, en la niña recién nacida y en la jovencita que es tu hermana. Todas ellas son manifestaciones de lo femenino, y en la medida en que esas formas cambian, lo que llamas amor, cambia con ellas. Cuando dices que estás enamorado, lo que realmente estás diciendo es que has satisfecho una imagen que llevas dentro.<br /><br />"Así es como comienza el apego, con la inclinación por una imagen. Podrías afirmar que amas a una mujer, pero si ella llegara a traicionarte con otro hombre, tu amor se trocaría en odio. ¿Por qué? Porque tu imagen interior ha sido mancillada y, puesto que ésa era la imagen que amabas, el hecho de que haya sido traicionada, te provoca ira".<br /><br />"¿Qué puedo hacer al respecto?", preguntó Galahad. "Mira más allá de tus emociones, las cuales cambiarán constantemente y pregúntate que hay detrás de la imagen. Las imágenes son fantasías que existen para protegernos de algo que no deseamos enfrentar. En este caso se trata del vacío. A falta de amor por ti mismo, creas una imagen para tapar el vacío. De allí, el intenso dolor que causa un rechazo o una traición en el amor, porque deja expuesta la herida abierta de tu propia necesidad".<br /><br />"El amor, es considerado como algo muy hermoso y elevado", se lamentó<br /><br />Galahad, "no obstante, tú lo haces sonar como algo horrible".<br /><br />Arturo sonrió. "Lo que suele considerarse amor, puede tener consecuencias terribles, pero ese no es el final de la historia. El amor tiene un secreto. Merlín me lo contó hace muchos años, como yo te lo confío ahora: Cuando puedas amar a una anciana, a una niña y a una jovencita de la misma manera, serás libre para amar más allá de la forma. Entonces se desatará dentro de ti la esencia del amor, que es una fuerza universal. Y dejarás de sentir apego -el llamado silencioso, al cual obedece el amor".Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-86460268605883177112010-03-07T19:32:00.002+01:002010-03-07T19:34:08.388+01:00LEALTAD Y COMPROMISO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_GZN21TaxWZKJq8twigks2GEtXJflTgepL2zOzPwji7gqSbmRwRxZGZKEisdkeaa2l_iqNuWMvJ75X_G2D34m8RouUd45GP46z-8yOTemW2mrlMakRYhTd16R6S9jv86UFKTNXaT0sfs/s1600-h/HADAS.gif"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 198px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_GZN21TaxWZKJq8twigks2GEtXJflTgepL2zOzPwji7gqSbmRwRxZGZKEisdkeaa2l_iqNuWMvJ75X_G2D34m8RouUd45GP46z-8yOTemW2mrlMakRYhTd16R6S9jv86UFKTNXaT0sfs/s320/HADAS.gif" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5445961908097293202" /></a><br />CUENTO<br /><br />Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago, justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle.<br />Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.<br /><br />El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. <br />Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. <br />El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. <br />Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. <br />No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. <br />Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago, no voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".<br /><br />Gracias a su leal Sombra, pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. <br />Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...<br /><br />La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. <br />Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">La lealtad y el compromiso mantenidos ante las adversidades son las bases últimas de la amistad y el amor.</span>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-6154219129665526372010-02-06T23:20:00.005+01:002010-02-06T23:32:42.936+01:00EL PINO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2X8vkHi42NPcXS4DEAeM__-iJd7A8BPyXvp-kJgdbHqckfJM7Kvtv1oqG6d5shyphenhyphenmKHwUiw1UUmUHiogPye4g-u6BE1_zV4dbvH36Zn1lMcwfP28zErrOCjDbEImC19snc75C4goGKpFo/s1600-h/sapin.gif"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 100px; height: 100px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2X8vkHi42NPcXS4DEAeM__-iJd7A8BPyXvp-kJgdbHqckfJM7Kvtv1oqG6d5shyphenhyphenmKHwUiw1UUmUHiogPye4g-u6BE1_zV4dbvH36Zn1lMcwfP28zErrOCjDbEImC19snc75C4goGKpFo/s320/sapin.gif" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5435260635074791938" /></a><br /><br /><br />El Pino<br /><br />Hans Christian Andersen<br /><br />Allá lejos en el bosque había un pino: ¡qué pequeño y qué bonito era! Tenía un buen sitio donde crecer y todo el aire y la luz que quería, y estaba además acompañado por otros camaradas mayores que él, tantos pinos como abetos. ¡Pero se empeñaba en crecer con tan apasionada prisa!<br /><br />No prestaba la menor atención al sol ni a la dulzura del aire, ni ponía interés en los niños campesinos que pasaban charlando por el sendero cuando salían a recoger frutillas.<br /><br />A veces llegaban con una canasta llena, o con unas cuantas ensartadas en una caña, y se sentaban a su lado.<br /><br />—¡Mira qué arbolito tan lindo! —decían—. Pero al arbolito no le gustaba nada oírles hablar así.<br /><br />Al año siguiente se alargó hasta echar un nuevo nudo, y un año después, otro más alto aún. Ya se sabe que, tratándose de pinos, siempre es posible conocer su edad por el número de nudos que tienen.<br /><br />—¡Oh, si pudiera ser tan alto como los demás árboles! —suspiraba—. Entonces podría extender mis ramas todo alrededor y miraría el vasto mundo desde mi copa. Los pájaros vendrían a hacer sus nidos en mis ramas y, siempre que soplase el viento, podría cabecear tan majestuosamente como los otros.<br /><br />No lo contentaban los pájaros ni el sol, ni las rosadas nubes que, mañana y tarde, cruzaban navegando allá en lo alto.<br /><br />Cuando venía el invierno y la resplandeciente blancura de la nieve se esparcía por todas partes, era frecuente que algún conejo se acercase dando rápidos brincos y saltase justamente por encima del pinito. ¡Oh, qué humillante era aquello!… Pero pasaron dos inviernos, y al tercero había crecido tanto, que los conejos viéronse forzados a rodearlo. "Sí, crecer, crecer, hacerse alto y mayor; esto es lo importante", —pensaba.<br /><br />En el otoño siempre venían los leñadores a cortar algunos de los árboles más altos. Todos los años pasaba lo mismo, y el joven pino, que ya tenía una buena altura, temblaba sólo de verlos, pues los árboles más grandes y espléndidos crujían y acababan desplomándose en tierra. Entonces les cortaban todas las ramas, y quedaban tan despojados y flacos que era imposible reconocerlos; luego los cargaban en carretas y los caballos los arrastraban fuera del bosque.<br /><br />¿Adónde se los llevaban? ¿Cuál sería su suerte?<br /><br />En la primavera, tan pronto llegaban la golondrina y la cigüeña, el árbol les preguntaba:<br /><br />—¿Saben ustedes adónde han ido los otros árboles, adónde se los han llevado? ¿Los han visto acaso?<br /><br />Las golondrinas nada sabían, pero la cigüeña se quedó pensativa y respondió, moviendo la cabeza:<br /><br />—Sí, creo saberlo. A mi regreso de Egipto encontré un buen número de nuevos veleros; tenían unos mástiles espléndidos, y en cuanto sentí el aroma de los pinos comprendí que eran ellos. ¡Oh, y qué derechos iban!<br /><br />—¡Cómo me gustaría ser lo bastante grande para volar atravesando el mar! Y dicho sea de paso, ¿cómo es el mar? ¿A qué se parece?<br /><br />—Sería demasiado largo explicártelo —respondió la cigüeña, y prosiguió su camino.<br /><br />—Alégrate de tu juventud —dijeron los rayos del sol—; alégrate de tu vigoroso crecimiento y de la nueva vida que hay en ti.<br /><br />Y el viento besó al árbol, y el rocío lo regó con sus lágrimas. Pero él era aún muy tierno y no comprendía las cosas.<br /><br />Al acercarse la Navidad los leñadores cortaron algunos pinos muy jóvenes, que ni en edad ni en tamaño podían medirse con el nuestro, siempre inquieto y siempre anhelando marcharse. A estos jóvenes pinos, que eran justamente los más hermosos, les dejaron todas sus ramas. Así los depositaron en las carretas y así se los llevaron los caballos fuera del bosque.<br /><br />—¿Adónde pueden ir? —se preguntaba el pino—. No son mayores que yo; hasta había uno que era mucho más pequeño. ¿Por qué les dejaron todas sus ramas? ¿Adónde los llevan?<br /><br />—¡Nosotros lo sabemos, nosotros lo sabemos! —piaron los gorriones—. Hemos atisbado por las ventanas, allá en la ciudad; nosotros sabemos adónde han ido. Allí les esperan toda la gloria y todo el esplendor que puedas imaginarte. Nosotros hemos mirado por los cristales de las ventanas y vimos cómo los plantaban en el centro de una cálida habitación, y cómo los adornaban con las cosas más bellas del mundo: manzanas doradas, pasteles de miel, juguetes y cientos de velas.<br /><br />—¿Y luego? —preguntó el pino, estremeciéndose en todas sus ramas—. ¿Y luego? ¿Qué pasa luego?<br /><br />—Bueno, no vimos más —respondieron los gorriones—. Pero lo que vimos era magnífico.<br /><br />—¡Si tendré yo la suerte de ir alguna vez por tan deslumbrante sendero! —exclamó el árbol con deleite—. Es aun mejor que cruzar el océano. ¡Qué ganas tengo de que llegue la Navidad! Ahora soy tan alto y frondoso como los que se llevaron el año pasado. ¡Oh, si estuviese ya en la carreta, si estuviese ya en esa cálida habitación en medio de ese brillo resplandeciente! ¿Y luego? Sí, luego tiene que haber algo mejor, algo aún más bello esperándome, porque si no, ¿para qué iban a adornarme de tal modo?, algo mucho más grandioso y espléndido. Pero ¿qué podrá ser? ¡Oh, qué dolorosa es la espera! Yo mismo no sé lo que me pasa.<br /><br />—Alégrate con nosotros —dijeron el viento y la luz del sol— alégrate de tu vigorosa juventud al aire libre.<br /><br />Pero el pino no tenía la menor intención de seguir su consejo. Continuó creciendo y creciendo; allí se estaba en invierno lo mismo que en verano, siempre verde, de un verde bien oscuro. La gente decía al verlo:<br /><br />—¡Ése sí que es un hermoso árbol!<br /><br />Y al llegar la Navidad fue el primero que derribaron. El hacha cortó muy hondo a través de la corteza, hasta la médula, y el pino cayó a tierra con un suspiro, desfallecido por el dolor, sin acordarse para nada de sus esperanzas de felicidad. Lo entristecía saber que se alejaba de su hogar, del sitio donde había crecido; nunca más vería a sus viejos amigos, los pequeños arbustos y las flores que vivían a su alrededor, y quizás ni siquiera a los pájaros. No era nada agradable aquella despedida.<br /><br />No volvió en sí hasta que lo descargaron en el patio con los otros árboles y oyó a un hombre que decía:<br /><br />—Éste es el más bello, voy a llevármelo.<br /><br />Vinieron, pues, dos sirvientes de elegante uniforme y lo trasladaron a una habitación espléndida. Había retratos alrededor, colgados de todas las paredes, y dos gigantescos jarrones chinos, con leones en las tapas, junto a la enorme chimenea de azulejos. Había sillones, sofás con cubiertas de seda, grandes mesas atestadas de libros de estampas y juguetes que valían cientos de pesos, o al menos así lo creían los niños. Y el árbol fue colocado en un gran barril de arena, que nadie habría reconocido porque estaba envuelto en una tela verde, y puesto sobre una alfombra de colores brillantes. ¡Cómo temblaba el pino! ¿Qué pasaría luego? Tanto los sirvientes como las muchachas se afanaron muy pronto en adornarlo. De sus ramas colgaron bolsitas hechas con papeles de colores, cada una de las cuales estaba llena de dulces. Las manzanas doradas y las nueces pendían en manojos como si hubiesen crecido allí mismo, y cerca de cien velas, rojas, azules y blancas quedaron sujetas a las ramas. Unas muñecas que en nada se distinguían de las personas —muñecas como no las había visto antes el pino— tambaleándose entre el verdor, y en lo más alto de todo habían colocado una estrella de hojalata dorada. Era magnífico; jamás se había visto nada semejante.<br /><br />—Esta noche —decían todos—, esta noche sí que va a centellear. ¡Ya verás!<br /><br />"¡Oh, si ya fuese de noche!”, pensó el pino. ¡Si ya las velas estuviesen encendidas! ¿Qué pasará entonces?, me pregunto. ¿Vendrán a contemplarme los árboles del bosque? ¿Volarán los gorriones hasta los cristales de la ventana? ¿Echaré aquí raíces y conservaré mis adornos en invierno y en verano?”<br /><br />Esto era todo lo que el pino sabía. De tanta impaciencia, comenzó a dolerle la corteza, lo que es tan malo para un árbol como el dolor de cabeza para nosotros.<br /><br />Por fin se encendieron las velas y ¡qué deslumbrante fiesta de luces! El pino se echó a temblar con todas sus ramas, hasta que una de las velas prendió fuego a las hojas. ¡Huy, cómo le dolió aquello!<br /><br />—¡Oh, qué lástima! —exclamaron las muchachas, y apagaron rápidamente el fuego. El árbol no se atrevía a mover una rama; tenía terror de perder alguno de sus adornos y se sentía deslumbrado por todos aquellos esplendores… De pronto se abrieron de golpe las dos puertas corredizas y entró en tropel una bandada de niños que se abalanzaron sobre el pino como si fuesen a derribarlo, mientras las personas mayores los seguían muy pausadamente. Por un momento los pequeñuelos se estuvieron mudos de asombro, pero sólo por un momento. Enseguida sus gritos de alegría llenaron la habitación. Se pusieron a bailar alrededor del pino, y luego le fueron arrancando los regalos uno a uno.<br /><br />"Pero, ¿qué están haciendo?”, pensó el pino. ¿Qué va a pasar ahora?"<br /><br />Las velas fueron consumiéndose hasta las mismas ramas, y en cuanto se apagó la última, dieron permiso a los niños para que desvalijasen al árbol. Precipitáronse todos a una sobre él, haciéndolo crujir en todas y cada una de sus ramas, y si no hubiese estado sujeto del techo por la estrella dorada de la cima se habría venido al suelo sin remedio.<br /><br />Los niños danzaron a su alrededor con los espléndidos juguetes, y nadie reparó ya en el árbol, a no ser una vieja nodriza que iba escudriñando entre las hojas, aunque sólo para ver si por casualidad quedaban unos higos o alguna manzana rezagada.<br /><br />—¡Un cuento, cuéntanos un cuento! —exclamaron los niños, arrastrando con ellos a un hombrecito gordo que fue a sentarse precisamente debajo del pino.<br /><br />—Aquí será como si estuviésemos en el bosque —les dijo—, y al árbol le hará mucho bien escuchar el cuento. Pero sólo les contaré una historia. ¿Les gustaría el cuento de Ivede-Avede, o el de Klumpe-Dumpe, que aun cayéndose de la escalera subió al trono y se casó con la princesa?<br /><br />—¡Klumpe-Dumpe! —gritaron algunos, y otros reclamaron a Ivede-Avede. El griterío y el ruido eran tremendos; sólo el pino callaba, pensando:<br /><br />"¿Me dejarán a mí fuera de todo esto? ¿Qué papel me tocará representar?"<br /><br />Pero, claro, ya había desempeñado su papel, ya había hecho justamente lo que tenía que hacer.<br /><br />El hombrecito gordo les contó la historia de Klumpe-Dumpe, que aun cayéndose de la escalera subió al trono y se casó con la princesa. Y los niños aplaudieron y exclamaron:<br /><br />—¡Cuéntanos otros! ¡Uno más!<br /><br />Querían también el cuento de Ivede-Avede, pero tuvieron que contentarse con el de Klumpe-Dumpe. El pino permaneció silencioso en su sitio, pensando que jamás los pájaros del bosque habían contado una historia semejante.<br /><br />"De modo que Klumpe-Dumpe se cayó de la escalera y, a pesar de todo, se casó con la princesa. ¡Vaya, vaya; así es como se progresa en el gran mundo!"., pensaba. “Seguro que tenía que ser cierto si aquel hombrecito tan agradable lo contaba.<br /><br />Bien, ¿quién sabe? Quizás me caiga yo también de una escalera y termine casándome con una princesa."<br /><br />Y se puso a pensar en cómo lo adornarían al día siguiente, con velas y juguetes, con oropeles y frutas.<br /><br />—Mañana sí que no temblaré —se decía—. Me propongo disfrutar de mi esplendor todo lo que pueda. Mañana escucharé de nuevo la historia de Klumpe-Dumpe, y quizás también la de Ivede-Avede.<br /><br />Y toda la noche se la pasó pensando en silencio.<br /><br />A la mañana siguiente entraron el criado y la sirvienta.<br /><br />"Ahora las cosas volverán a ser como deben", pensó el pino.<br /><br />Mas, lejos de ello, lo sacaron de la estancia y, escaleras arriba, lo condujeron al desván, donde quedó tirado en un rincón oscuro, muy lejos de la luz del día.<br /><br />"¿Qué significa esto? —se maravillaba el pino—. ¿Qué voy a hacer aquí arriba? ¿Qué cuentos puedo escuchar así?"<br /><br />Y se arrimó a la pared, y allí se estuvo pensando y pensando… Tiempo para ello tenía de sobra, mientras pasaban los días y las noches. Nadie subía nunca, y cuando por fin llegó alguien fue sólo para amontonar unas cajas en el rincón. Parecía que lo habían olvidado totalmente.<br /><br />"Ahora es el invierno afuera”, pensaba el pino. “La tierra estará dura y cubierta de nieve, de modo que sería imposible que me plantasen; tendré que permanecer en este refugio hasta la primavera. ¡Qué considerados son! ¡Qué buena es la gente!… Si este sitio no fuese tan oscuro y tan terriblemente solitario!… Si hubiese siquiera algún conejito… ¡Qué alegre era estar allá en el bosque, cuando la nieve lo cubría todo y llegaba el conejo dando saltos! Sí, ¡aun cuando saltara justamente por encima de mí, y a pesar de que esto no me hacía ninguna gracia! Aquí está uno terriblemente solo."<br /><br />—¡Cuic! —chilló un ratoncito en ese mismo momento, colándose por una grieta del piso; y pronto lo siguió otro. Ambos comenzaron a husmear por el pino y a deslizarse entre sus ramas.<br /><br />—Hace un frío terrible —dijeron los ratoncitos—, aunque éste es un espléndido sitio para estar. ¿No te parece, viejo pino?<br /><br />—Yo no soy viejo —respondió el pino—. Hay muchos árboles más viejos que yo.<br /><br />—¿De dónde has venido? —preguntaron los ratones, pues eran terriblemente curiosos—, ¿qué puedes contarnos? Háblanos del más hermoso lugar de la tierra. ¿Has estado en él alguna vez? ¿Has estado en la despensa donde los quesos llenan los estantes y los jamones cuelgan del techo, donde se puede bailar sobre velas de sebo y el que entra flaco sale gordo?<br /><br />—No —respondió el pino—, no conozco esa despensa, pero en cambio conozco el bosque donde brilla el sol y cantan los pájaros.<br /><br />Y les habló entonces de los días en que era joven. Los ratoncitos no habían escuchado nunca nada semejante, y no perdieron palabra.<br /><br />—¡Hombre, mira que has visto cosas! —dijeron—. ¡Qué feliz habrás sido!<br /><br />—¿Yo? —preguntó el pino, y se puso a considerar lo que acababa de decir—. Sí, es cierto; eran realmente tiempos muy agradables.<br /><br />Y pasó a contarles lo ocurrido en Nochebuena, y cómo lo habían adornado con pasteles y velas.<br /><br />—¡Oooh! —dijeron los ratoncitos—. ¡Sí que has sido feliz, viejo pino!<br /><br />—Yo no tengo nada de viejo —repitió el pino—. Fue este mismo invierno cuando salí del bosque. Estoy en plena juventud: lo único que pasa es que, por el momento, he dejado de crecer.<br /><br />—¡Qué lindas historias cuentas! —dijeron los ratoncitos. Y a la noche siguiente regresaron con otros cuatro que querían escuchar también los relatos del pino. Mientras más cosas contaba, mejor lo iba recordando todo, y se decía:<br /><br />—Aquellos tiempos sí que eran realmente buenos; pero puede que vuelvan otra vez, puede que vuelvan… Klumpe-Dumpe se cayó de la escalera y, aun así, se casó con la princesa; quizás a mí me pase lo mismo.<br /><br />Y justamente entonces el pino recordó a una tierna y pequeña planta de la familia de los abedules que crecía allá en el bosque, y que bien podría ser, para un pino, una bellísima princesa.<br /><br />—¿Quién es Klumpe-Dumpe? —preguntaron los ratoncitos. Y el pino les contó toda la historia, pues podía recordar cada una de sus palabras; y los ratoncitos se divirtieron tanto que querían saltar hasta la punta del pino de contentos que estaban. A la noche siguiente acudieron otros muchos ratones, y, el domingo, hasta se presentaron dos ratas. Pero éstas declararon que el cuento no era nada entretenido, y esto desilusionó tanto a los ratoncitos, que también a ellos empezó a parecerles poco interesante.<br /><br />—¿Es ése el único cuento que sabes? —preguntaron las ratas.<br /><br />—Sí, el único —respondió el pino—. Lo oí la tarde más feliz de mi vida, aunque entonces no me daba cuenta de lo feliz que era.<br /><br />—Es una historia terriblemente aburrida. ¿No sabes ninguna sobre jamones y velas de sebo? ¿O alguna sobre la despensa?<br /><br />—No —dijo el pino.<br /><br />—Bueno, entonces, muchas gracias —dijeron las ratas, y se volvieron a casa.<br /><br />Al cabo también los ratoncitos dejaron de venir, y el árbol dijo suspirando.<br /><br />—Era realmente agradable tener a todos esos simpáticos y ansiosos ratoncitos sentados a mi alrededor, escuchando cuanto se me ocurría contarles. Ahora esto se acabó también… aunque lo recordaré con gusto cuando me saquen otra vez afuera.<br /><br />Pero, ¿cuándo sería esto? Ocurrió una mañana en que subieron la gente de la casa a curiosear en el desván. Movieron de sitio las cajas y el árbol fue sacado de su escondrijo. Por cierto que lo tiraron al suelo con bastante violencia, y, enseguida, uno de los hombres lo arrastró hasta la escalera, donde brillaba la luz del día.<br /><br />"¡La vida comienza de nuevo para mí!", pensó el árbol. Sintió el aire fresco, los primeros rayos del sol… y ya estaba afuera, en el patio. Todo sucedió tan rápidamente, que el árbol se olvidó fijarse en sí mismo. ¡Había tantas cosas que ver en torno suyo! El patio se abría a un jardín donde todo estaba en flor. Fresco y dulce era el aroma de las rosas que colgaban de los pequeños enrejados; los tilos habían florecido y las golondrinas volaban de una parte a otra cantando:<br /><br />—¡Quirre-virre-vit, mi esposo ha llegado ya! —pero, es claro, no era en el pino en quien pensaban.<br /><br />—¡Esta sí que es vida para mí! —gritó alegremente, extendiendo sus ramas cuanto pudo. Pero, ¡ay!, estaban amarillas y secas y se vio tirado en un rincón, entre ortigas y hierbas malas. La estrella de papel dorado aún ocupaba su sitio en la cima y resplandecía a la viva luz del sol.<br /><br />En el patio jugaban algunos de los traviesos niños que por Nochebuena habían bailado alrededor del árbol, y a quienes tanto les había gustado. Uno de los más pequeños se le acercó corriendo y le arrancó la reluciente estrella dorada.<br /><br />—¡Mira lo que aún quedaba en ese feo árbol de Navidad! —exclamó, pisoteando las ramas hasta hacerlas crujir bajo sus zapatos.<br /><br />Y el árbol miró la fresca belleza de las flores en el jardín, y luego se miró a sí mismo, y deseó no haber salido jamás de aquel oscuro rincón del desván. Recordó la frescura de los días que en su juventud pasó en el bosque, y la alegre víspera de Navidad, y los ratoncitos que con tanto gusto habían escuchado la historia de Klumpe-Dumpe.<br /><br />—¡Todo ha terminado! —se dijo—. ¡Lástima que no haya sabido gozar de mis días felices! ¡Ahora, ya se fueron para siempre!<br /><br />Y vino un sirviente que cortó el árbol en pequeños pedazos, hasta que hubo un buen montón que ardió en una espléndida llamarada bajo la enorme cazuela de cobre. Y el árbol gimió tan alto que cada uno de sus quejidos fue como un pequeño disparo. Al oírlo, los niños que jugaban acudieron corriendo y se sentaron junto al fuego; y mientras miraban las llamas, gritaban: "¡pif!, ¡paf!", a coro. Pero a cada explosión, que era un hondo gemido, el árbol recordaba un día de verano en el bosque, o una noche de invierno allá afuera, cuando resplandecían las estrellas. Y pensó luego en la Nochebuena y en Klumpe-Dumpe, el único cuento de hadas que había escuchado en su vida y el único que podía contar… Y cuando llegó a este punto, ya se había consumido enteramente.<br /><br />Los niños seguían jugando en el patio. El más pequeño se había prendido al pecho la estrella de oro que había coronado al pino la noche más feliz de su vida. Pero aquello se había acabado ya, igual que se había acabado el árbol, y como se acaba también este cuento. ¡Sí, todo se acaba, como les pasa al fin a todos los cuentos!Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-166135944006355452010-01-30T18:11:00.002+01:002010-01-30T18:18:43.438+01:00EL SASTRECILLO VALIENTE<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinTfSLsSUcjqR06cznpBtgwpKUD2Loy9d7i5lIyTtHIcIWdQcXyxnQ3P_1PZH2zAxh5Yk-HAVrQ3TeKnRZqbN9LlfxsJFSBoQ-eQMHk4u-e1IWi1QNF8tEBhs-oRNP-phZ1FjTj6FWcOQ/s1600-h/5116.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 193px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinTfSLsSUcjqR06cznpBtgwpKUD2Loy9d7i5lIyTtHIcIWdQcXyxnQ3P_1PZH2zAxh5Yk-HAVrQ3TeKnRZqbN9LlfxsJFSBoQ-eQMHk4u-e1IWi1QNF8tEBhs-oRNP-phZ1FjTj6FWcOQ/s320/5116.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5432583251806057266" /></a><br /><br />El sastrecillo valiente <br /><br />de Wilhelm y Jacob Grimm<br /> <br />No hace mucho tiempo que existía un humilde sastrecillo que se ganaba la vida trabajando con sus hilos y su costura, sentado sobre su mesa, junto a la ventana; risueño y de buen humor, se había puesto a coser a todo trapo. En esto pasó par la calle una campesina que gritaba: <br />—¡Rica mermeladaaaa... Barataaaa! ¡Rica mermeladaaa, barataaa. <br />Este pregón sonó a gloria en sus oídos. Asomando el sastrecito su fina cabeza por la ventana, llamó: <br />—¡Eh, mi amiga! ¡Sube, que aquí te aliviaremos de tu mercancía! <br />Subió la campesina los tres tramos de escalera con su pesada cesta a cuestas, y el sastrecito le hizo abrir todos y cada uno de sus pomos. Los inspeccionó uno por uno acercándoles la nariz y, por fin, dijo: <br />—Esta mermelada no me parece mala; así que pásame cuatro onzas, muchacha, y si te pasas del cuarto de libra, no vamos a pelearnos por eso. <br />La mujer, que esperaba una mejor venta, se marchó malhumorada y refunfuñando: <br />—¡Vaya! —exclamo el sastrecito, frotándose las manos—. ¡Que Dios me bendiga esta mermelada y me de salud y fuerza! <br />Y, sacando el pan del armario, cortó una gran rebanada y la untó a su gusto. «Parece que no sabrá mal», se dijo. «Pero antes de probarla, terminaré esta chaqueta.» <br />Dejó el pan sobre la mesa y reanudó la costura; y tan contento estaba, que las puntadas le salían cada vez mas largas. <br />Mientras tanto, el dulce aroma que se desprendía del pan subía hasta donde estaban las moscas sentadas en gran número y éstas, sintiéndose atraídas por el olor, bajaron en verdaderas legiones. <br />—¡Eh, quién las invitó a ustedes! —dijo el sastrecito, tratando de espantar a tan indeseables huéspedes. Pero las moscas, que no entendían su idioma, lejos de hacerle caso, volvían a la carga en bandadas cada vez más numerosas. <br />Por fin el sastrecito perdió la paciencia, sacó un pedazo de paño del hueco que había bajo su mesa, y exclamando: «¡Esperen, que yo mismo voy a servirles!», descargó sin misericordia un gran golpe sobre ellas, y otro y otro. Al retirar el paño y contarlas, vio que por lo menos había aniquilado a veinte. <br />«¡De lo que soy capaz!», se dijo, admirado de su propia audacia. «La ciudad entera tendrá que enterarse de esto» y, de prisa y corriendo, el sastrecito se cortó un cinturón a su medida, lo cosió y luego le bordó en grandes letras el siguiente letrero: SIETE DE UN GOLPE. <br />«¡Qué digo la ciudad!», añadió. «¡El mundo entero se enterará de esto!» <br />Y de puro contento, el corazón le temblaba como el rabo al corderito. <br />Luego se ciñó el cinturón y se dispuso a salir por el mundo, convencido de que su taller era demasiado pequeño para su valentía. Antes de marcharse, estuvo rebuscando por toda la casa a ver si encontraba algo que le sirviera para el viaje; pero sólo encontró un queso viejo que se guardó en el bolsillo. Frente a la puerta vio un pájaro que se había enredado en un matorral, y también se lo guardó en el bolsillo para que acompañara al queso. Luego se puso animosamente en camino, y como era ágil y ligero de pies, no se cansaba nunca. <br />El camino lo llevó por una montaña arriba. Cuando llegó a lo mas alto, se encontró con un gigante que estaba allí sentado, mirando pacíficamente el paisaje. El sastrecito se le acercó animoso y le dijo: <br />—¡Buenos días, camarada! ¿Qué, contemplando el ancho mundo? Por él me voy yo, precisamente, a correr fortuna. ¿Te decides a venir conmigo? <br />El gigante lo miró con desprecio y dijo: <br />—¡Quítate de mi vista, monigote, miserable criatura! <br />—¿Ah, sí? —contestó el sastrecito, y, desabrochándose la chaqueta, le enseñó el cinturón—-¡Aquí puedes leer qué clase de hombre soy! <br />El gigante leyó: SIETE DE UN GOLPE, y pensando que se tratara de hombres derribados por el sastre, empezó a tenerle un poco de respeto. De todos modos decidió ponerlo a prueba. Agarró una piedra y la exprimió hasta sacarle unas gotas de agua. <br />—¡A ver si lo haces —dijo—, ya que eres tan fuerte! <br />—¿Nada más que eso? —contestó el sastrecito—. ¡Es un juego de niños! <br />Y metiendo la mano en el bolsillo sacó el queso y lo apretó hasta sacarle todo el jugo. <br />—¿Qué me dices? Un poquito mejor, ¿no te parece? <br />El gigante no supo qué contestar, y apenas podía creer que hiciera tal cosa aquel hombrecito. Tomando entonces otra piedra, la arrojó tan alto que la vista apenas podía seguirla. <br />—Anda, pedazo de hombre, a ver si haces algo parecido. <br />—Un buen tiro —dijo el sastre—, aunque la piedra volvió a caer a tierra. Ahora verás —y sacando al pájaro del bolsillo, lo arrojó al aire. El pájaro, encantado con su libertad, alzó rápido el vuelo y se perdió de vista. <br />—¿Qué te pareció este tiro, camarada? —preguntó el sastrecito. <br />—Tirar, sabes —admitió el gigante—. Ahora veremos si puedes soportar alguna carga digna de este nombre—y llevando al sastrecito hasta un inmenso roble que estaba derribado en el suelo, le dijo—: Ya que te las das de forzudo, ayúdame a sacar este árbol del bosque. <br />—Con gusto —respondió el sastrecito—. Tú cargarte el tronco al hombro y yo me encargaré del ramaje, que es lo más pesado . <br />En cuanto estuvo el tronco en su puesto, el sastrecito se acomodó sobre una rama, de modo que el gigante, que no podía volverse, tuvo de cargar también con él, además de todo el peso del árbol. El sastrecito iba de lo más contento allí detrás, silbando aquella tonadilla que dice: «A caballo salieron los tres sastres», como si la tarea de cargar árboles fuese un juego de niños. <br />El gigante, después de arrastrar un buen trecho la pesada carga, no pudo más y gritó: <br />—¡Eh, tú! ¡Cuidado, que tengo que soltar el árbol! <br />El sastre saltó ágilmente al suelo, sujetó el roble con los dos brazos, como si lo hubiese sostenido así todo el tiempo, y dijo: <br />—¡Un grandullón como tú y ni siquiera eres capaz de cargar un árbol! <br />Siguieron andando y, al pasar junto a un cerezo, el gigante, echando mano a la copa, donde colgaban las frutas maduras, inclinó el árbol hacia abajo y lo puso en manos del sastre, invitándolo a comer las cerezas. Pero el hombrecito era demasiado débil para sujetar el árbol, y en cuanto lo soltó el gigante, volvió la copa a su primera posición, arrastrando consigo al sastrecito por los aires. Cayó al suelo sin hacerse daño, y el gigante le dijo: <br />—¿Qué es eso? ¿No tienes fuerza para sujetar este tallito enclenque? <br />—No es que me falte fuerza —respondió el sastrecito—. ¿Crees que semejante minucia es para un hombre que mató a siete de un golpe? Es que salté por encima del árbol, porque hay unos cazadores allá abajo disparando contra los matorrales. ¡Haz tú lo mismo, si puedes! <br />El gigante lo intentó, pero se quedó colgando entre las ramas; de modo que también esta vez el sastrecito se llevó la victoria. Dijo entonces el gigante: <br />—Ya que eres tan valiente, ven conmigo a nuestra casa y pasa la noche con nosotros. <br />El sastrecito aceptó la invitación y lo siguió. Cuando llegaron a la caverna, encontraron a varios gigantes sentados junto al fuego: cada uno tenía en la mano un cordero asado y se lo estaba comiendo. El sastrecito miró a su alrededor y pensó: «Esto es mucho más espacioso que mi taller.» <br />El gigante le enseñó una cama y lo invitó a acostarse y dormir. La cama, sin embargo, era demasiado grande para el hombrecito; así que, en vez de acomodarse en ella, se acurrucó en un rincón. A medianoche, creyendo el gigante que su invitado estaría profundamente dormido, se levantó y, empuñando una enorme barra de hierro, descargó un formidable golpe sobre la cama. Luego volvió a acostarse, en la certeza de que había despachado para siempre a tan impertinente grillo. A la madrugada, los gigantes, sin acordarse ya del sastrecito, se disponían a marcharse al bosque cuando, de pronto, lo vieron tan alegre y tranquilo como de costumbre. Aquello fue más de lo que podían soportar, y pensando que iba a matarlos a todos, salieron corriendo, cada uno por su lado. <br />El sastrecito prosiguió su camino, siempre con su puntiaguda nariz por delante. Tras mucho caminar, llegó al jardín de un palacio real, y como se sentía muy cansado, se echó a dormir sobre la hierba. Mientras estaba así durmiendo, se le acercaron varios cortesanos, lo examinaron par todas partes y leyeron la inscripción: SIETE DE UN GOLPE. <br />—¡Ah! —exclamaron—. ¿Qué hace aquí tan terrible hombre de guerra, ahora que estamos en paz? Sin duda, será algún poderoso caballero. <br />Y corrieron a dar la noticia al rey, diciéndole que en su opinión sería un hombre extremadamente valioso en caso de guerra y que en modo alguno debía perder la oportunidad de ponerlo a su servicio. Al rey le complació el consejo, y envió a uno de sus nobles para que le hiciese una oferta tan pronto despertara. El emisario permaneció en guardia junto al durmiente, y cuando vio que éste se estiraba y abría los ojos, le comunicó la proposición del rey. <br />—Justamente he venido con ese propósito —contestó el sastrecito—. Estoy dispuesto a servir al rey —así que lo recibieron honrosamente y le prepararon toda una residencia para él solo. <br />Pero los soldados del rey lo miraban con malos ojos y, en realidad, deseaban tenerlo a mil millas de distancia. <br />—¿En qué parará todo esto? —comentaban entre sí—. Si nos peleamos con él y la emprende con nosotros, a cada golpe derribará a siete. No hay aquí quien pueda enfrentársele. <br />Tomaron, pues, la decisión de presentarse al rey y pedirle que los licenciase del ejército. <br />—No estamos preparados —le dijeron— para luchar al lado de un hombre capaz de matar a siete de un golpe. <br />El rey se disgustó mucho cuando vio que por culpa de uno iba a perder tan fieles servidores: ya se lamentaba hasta de haber visto al sastrecito y de muy buena gana se habría deshecho de él. Pero no se atrevía a despedirlo, por miedo a que acabara con él y todos los suyos, y luego se instalara en el trono. Estuvo pensándolo por horas y horas y, al fin, encontró una solución. <br />Mandó decir al sastrecito que, siendo tan poderoso hombre de armas como era, tenía una oferta que hacerle. En un bosque del país vivían dos gigantes que causaban enormes daños con sus robos, asesinatos, incendios y otras atrocidades; nadie podía acercárseles sin correr peligro de muerte. Si el sastrecito lograba vencer y exterminar a estos gigantes, recibiría la mano de su hija y la mitad del reino como recompensa. Además, cien soldados de caballería lo auxiliarían en la empresa. <br />«¡No está mal para un hombre como tú!» se dijo el sastrecito. «Que a uno le ofrezcan una bella princesa y la mitad de un reino es cosa que no sucede todos los días.» Así que contestó: <br />—Claro que acepto. Acabaré muy pronto con los dos gigantes. Y no me hacen falta los cien jinetes. El que derriba a siete de un golpe no tiene por qué asustarse con dos. <br />Así, pues, el sastrecito se puso en camino, seguido por cien jinetes. Cuando llegó a las afueras del bosque, dijo a sus seguidores: <br />—Esperen aquí. Yo solo acabaré con los gigantes. <br />Y de un salto se internó en el bosque, donde empezó a buscar a diestro y siniestro. Al cabo de un rato descubrió a los dos gigantes. Estaban durmiendo al pie de un árbol y roncaban tan fuerte, que las ramas se balanceaban arriba y abajo. El sastrecito, ni corto ni perezoso, eligió especialmente dos grandes piedras que guardó en los bolsillos y trepó al árbol. A medio camino se deslizó por una rama hasta situarse justo encima de los durmientes, y, acto seguido, hizo muy buena puntería (pues no podía fallar) pues de lo contrario estaría perdido.<br /> Los gigantes, al recibir cada uno un fuerte golpe con la piedra, despertaron echándose entre ellos las culpas de los golpes. Uno dio un empujón a su compañero y le dijo: <br />—¿Por qué me pegas? <br />—Estás soñando —respondió el otro—. Yo no te he pegado. <br />Se volvieron a dormir, y entonces el sastrecito le tiró una piedra al segundo. <br />—¿Qué significa esto? —gruñó el gigante—. ¿Por qué me tiras piedras? <br />—Yo no te he tirado nada —gruñó el primero. <br />Discutieron todavía un rato; pero como los dos estaban cansados, dejaron las cosas como estaban y cerraron otra vez los ojos. El sastrecito volvió a las andadas. Escogiendo la más grande de sus piedras, la tiró con toda su fuerza al pecho del primer gigante. <br />—¡Esto ya es demasiado! —vociferó furioso. Y saltando como un loco, arremetió contra su compañero y lo empujó con tal fuerza contra el árbol, que lo hizo estremecerse hasta la copa. El segundo gigante le pagó con la misma moneda, y los dos se enfurecieron tanto que arrancaron de cuajo dos árboles enteros y estuvieron aporreándose el uno al otro hasta que los dos cayeron muertos. Entonces bajó del árbol el sastrecito. <br />«Suerte que no arrancaron el árbol en que yo estaba», se dijo, «pues habría tenido que saltar a otro como una ardilla. Menos mal que nosotros los sastres somos livianos.» <br />Y desenvainando la espada, dio un par de tajos a cada uno en el pecho. Enseguida se presentó donde estaban los caballeros y les dijo: <br /> <br />—Se acabaron los gigantes, aunque debo confesar que la faena fue dura. Se pusieron a arrancar árboles para defenderse. ¡Venirle con tronquitos a un hombre como yo, que mata a siete de un golpe! <br />—¿Y no estás herido? —preguntaron los jinetes. <br />—No piensen tal cosa —dijo el sastrecito—. Ni siquiera, despeinado. <br />Los jinetes no podían creerlo. Se internaron con él en el bosque y allí encontraron a los dos gigantes flotando en su propia sangre y, a su alrededor, los árboles arrancados de cuajo. <br />El sastrecito se presentó al rey para pedirle la recompensa ofrecida; pero el rey se hizo el remolón y maquinó otra manera de deshacerse del héroe. <br />—Antes de que recibas la mano de mi hija y la mitad de mi reino —le dijo—, tendrás que llevar a cabo una nueva hazaña. Por el bosque corre un unicornio que hace grandes destrozos, y debes capturarlo primero. <br />—Menos temo yo a un unicornio que a dos gigantes —respondió el sastrecito—-Siete de un golpe: ésa es mi especialidad. <br />Y se internó en el bosque con un hacha y una cuerda, después de haber rogado a sus seguidores que lo aguardasen afuera. <br />No tuvo que buscar mucho. El unicornio se presentó de pronto y lo embistió ferozmente, decidido a ensartarlo de una vez con su único cuerno. <br />—Poco a poco; la cosa no es tan fácil como piensas —dijo el sastrecito. <br />Plantándose muy quieto delante de un árbol, esperó a que el unicornio estuviese cerca y, entonces, saltó ágilmente detrás del árbol. Como el unicornio había embestido con fuerza, el cuerno se clavó en el tronco tan profundamente, que por más que hizo no pudo sacarlo, y quedó prisionero. <br />«¡Ya cayó el pajarito!», dijo el sastre, saliendo de detrás del árbol. Ató la cuerda al cuello de la bestia, cortó el cuerno de un hachazo y llevó su presa al rey. <br />Pero éste aún no quiso entregarle el premio ofrecido y le exigió un tercer trabajo. Antes de que la boda se celebrase, el sastrecito tendría que cazar un feroz jabalí que rondaba por el bosque causando enormes daños. Para ello contaría con la ayuda de los cazadores. <br />—¡No faltaba más! —dijo el sastrecito—. ¡Si es un juego de niños! <br />Dejó a los cazadores a la entrada del bosque, con gran alegría de ellos, pues de tal modo los había recibido el feroz jabalí en otras ocasiones, que no les quedaban ganas de enfrentarse con él de nuevo. <br />Tan pronto vio al sastrecito, el jabalí lo acometió con los agudos colmillos de su boca espumeante, y ya estaba a punto de derribarlo, cuando el héroe huyó a todo correr, se precipitó dentro de una capilla que se levantaba por aquellas cercanías. subió de un salto a la ventana del fondo y, de otro salto, estuvo enseguida afuera. El jabalí se abalanzó tras él en la capilla; pero ya el sastrecito había dado la vuelta y le cerraba la puerta de un golpe, con lo que la enfurecida bestia quedó prisionera, pues era demasiado torpe y pesada para saltar a su vez por la ventana. El sastrecito se apresuró a llamar a los cazadores, para que la contemplasen con su propios ojos. <br /> El rey tuvo ahora que cumplir su promesa y le dio la mano de su hija y la mitad del reino, agregándole: «Ya eres mi heredero al trono».<br /> Se celebró la boda con gran esplendor, y allí fue que se convirtió en todo un rey el sastrecito valiente. <br /><br /><span style="font-weight:bold;">FIN</span>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-70652199148710195162010-01-23T20:16:00.004+01:002010-01-30T18:06:24.532+01:00LA SIRENITA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQLJCQ0i7jfVFIwoyyi_z4onA-B98TDdKEgwGDupi5vlU5HaJ0AlFkCmO3CXBbiN4ttpRSX_kbv3BrRsTgFZkslvIlo7JFd8eEiVePhc3vbvNcDYq9hZdwylEpcy6cXjRbUxAUaA-Tyyk/s1600-h/la-sirenita-3-los-comienzos-de-ariel-2%5B1%5D.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 226px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQLJCQ0i7jfVFIwoyyi_z4onA-B98TDdKEgwGDupi5vlU5HaJ0AlFkCmO3CXBbiN4ttpRSX_kbv3BrRsTgFZkslvIlo7JFd8eEiVePhc3vbvNcDYq9hZdwylEpcy6cXjRbUxAUaA-Tyyk/s320/la-sirenita-3-los-comienzos-de-ariel-2%5B1%5D.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430018606651463394" /></a><br />LA SIRENITA <br /><br />Hans Christian Andersen<br /><br />En el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.<br /><br />La Sirenita, la más joven, además de ser la más bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar.<br /><br />La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas.<br /><br />-¡Oh! ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!<br /><br />-Todavía eres demasiado joven -respondió la abuela-. Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para subir a la superficie, como a tus hermanas.<br /><br />La Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín adornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada.<br /><br />Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor.<br /><br />-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!<br /><br />Apenas su padre terminó de hablar, La Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.<br /><br />-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando palmadas.<br /><br />Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. “¡Cómo me gustaría hablar con ellos!", pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: “¡Jamás seré como ellos!”<br /><br />A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: “¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!” La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. La Sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.<br /><br />La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. La Sirenita se dio cuenta en seguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida.<br /><br />-¡Cuidado! ¡El mar...! -en vano la Sirenita gritó y gritó.<br /><br />Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. La Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.<br /><br />El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, la Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo.<br /><br />Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar.<br /><br />-¡Corran! ¡Corran! -gritaba una dama de forma atolondrada- ¡Hay un hombre en la playa! ¡Está vivo! ¡Pobrecito...! ¡Ha sido la tormenta...! ¡Llevémoslo al castillo! ¡No! ¡No! Es mejor pedir ayuda...<br /><br />La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas.<br /><br />-¡Gracias por haberme salvado! -le susurró a la bella desconocida.<br /><br />La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella, y no la otra, quien lo había salvado.<br /><br />Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!<br /><br />Cuando llegó a la mansión paterna, la Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en la garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación. Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca podría casarse con un hombre.<br /><br />Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla.<br /><br />-¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor.<br /><br />-¡No me importa -respondió la Sirenita con lágrimas en los ojos- a condición de que pueda volver con él!<br /><br />¡No he terminado todavía! -dijo la vieja-. ¡Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola.<br /><br />-¡Acepto! -dijo por último la Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.<br /><br />Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído.<br /><br />-No temas -le dijo de repente-. Estás a salvo. ¿De dónde vienes?<br /><br />Pero la Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle.<br /><br />-Te llevaré al castillo y te curaré.<br /><br />Durante los días siguientes, para la Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio.<br /><br />Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con la Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.<br /><br />Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de la Sirenita.<br /><br />La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. La Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.<br /><br />Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas:<br /><br />-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas.<br /><br />Como en un sueño, la Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.<br /><br />Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, la Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas:<br /><br />-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!<br /><br />-¿Quiénes son? -murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz-. ¿Dónde están?<br /><br />-Estás con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.<br /><br />La Sirenita, conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban:<br /><br />-¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras! Volemos hacia los países cálidos, donde el aire mata a los hombres, para llevar ahí un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y consuelos, y cuando hayamos hecho el bien durante trescientos años, recibiremos un alma inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le decían.<br /><br />-¡Tú has hecho con tu corazón los mismos esfuerzos que nosotras, has sufrido y salido victoriosa de tus pruebas y te has elevado hasta el mundo de los espíritus del aire, donde no depende más que de ti conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.<br /><br />Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, lloró por primera vez.<br /><br />Oyéronse de nuevo en el buque los cantos de alegría: vio al Príncipe y a su linda esposa mirar con melancolía la espuma juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible, abrazó a la esposa del Príncipe, envió una sonrisa al esposo, y en seguida subió con las demás hijas del viento envuelta en una nube color de rosa que se elevó hasta el cielo.<br /><br />FINMerchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-51033468735075956402009-12-05T17:15:00.007+01:002009-12-05T17:26:53.438+01:00CUENTOSEL REGALO MÁGICO DEL CONEJITO POBRE<br /><br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMHOzbvbS2Npyg2htKGobi487I9XexVpDeJeZuJiBamcvdsebALpM51RlsMX3wbgBQaphhhWq3dKsqSgshagtu1L2g5qQ_liEvdErxKcRxBzgAVpEVSlIeX9uffhZIjLLBlB_qsHfx3xE/s1600-h/MERLIN.gif"><img style="cursor: pointer; width: 213px; height: 291px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMHOzbvbS2Npyg2htKGobi487I9XexVpDeJeZuJiBamcvdsebALpM51RlsMX3wbgBQaphhhWq3dKsqSgshagtu1L2g5qQ_liEvdErxKcRxBzgAVpEVSlIeX9uffhZIjLLBlB_qsHfx3xE/s320/MERLIN.gif" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5411787907819268642" border="0" /></a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXe2mpVdGg5VJmmVUGMnHJxq8_Udt6HG4Olof5BET6xzGGgko31x4l64cEoDjlSqPB80qSIxnKQs7VB6RhKNnFZm2QbfSV_PtKi6AeZRlZ2y0Eja0bnvsYcDyDq1M99do3rhG3o4QBjvU/s1600-h/2057_animado.gif"><img style="cursor: pointer; width: 85px; height: 77px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXe2mpVdGg5VJmmVUGMnHJxq8_Udt6HG4Olof5BET6xzGGgko31x4l64cEoDjlSqPB80qSIxnKQs7VB6RhKNnFZm2QbfSV_PtKi6AeZRlZ2y0Eja0bnvsYcDyDq1M99do3rhG3o4QBjvU/s320/2057_animado.gif" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5411788444042116338" border="0" /></a><div class="field-items" style="font-family:georgia;"><div class="field-item"><p><span style="font-size:100%;">Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas.<em>"Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas"</em> El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso. </span></p> <p><span style="font-size:100%;">Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar.<em>"Dame algo, por favor"</em>, le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.<br />Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él. </span></p> <p><span style="font-size:100%;">En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito <em>¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas?</em> El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo <em>¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!</em><br />Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!!<br />Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a todos</span></p><p>El autor: Pedro Pablo Sacristan<br /></p><p><span style="font-size:100%;"><br /></span></p> </div></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-43131034474769151842009-11-01T17:28:00.005+01:002010-01-23T20:26:44.728+01:00LA BELLA DURMIENTELA BELLA DURMIENTE<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYFxiYd37myGHOyaWgBd9zYZjlQ1gS7z7RL3NBbF-RVgAvN262x8A3ze3B3oYFeAHTM1zJN3Gctp1Jt0DEc0F86eTbeqFskkngfJe0Fohn9XOqKsMvDRWMzBjFIMAMxdqwCDU1yYfQcBQ/s1600-h/0.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399924962867326258" style="WIDTH: 112px; CURSOR: hand; HEIGHT: 135px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYFxiYd37myGHOyaWgBd9zYZjlQ1gS7z7RL3NBbF-RVgAvN262x8A3ze3B3oYFeAHTM1zJN3Gctp1Jt0DEc0F86eTbeqFskkngfJe0Fohn9XOqKsMvDRWMzBjFIMAMxdqwCDU1yYfQcBQ/s320/0.jpg" border="0" /></a><br /><br />Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña.<br />Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.<br />Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás".<br />Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha permanerá dormida durante cien años y solo el beso de un buen príncipe la despertará." Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa.<br />El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse.<br />Pero eso de nada adelantó.<br />Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba hilando.<br />La princesa le pidió que le dejara problar.<br />Y ocurrió lo que el hada mala había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.<br /><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVhRZYQbKf2z7GxyIGbGyVMdrs91ehZxTurEMiOPyAvXTZxCg748_oQpnsCiP6qdqaVxnMTZ65Qn7M3qng5EBTXJDOYRNW4vvKyeqPvyWAhvXH6tJjW5-2jANCNM6SKTJJ8U8Iv5NAg2U/s1600-h/2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399926416916771170" style="WIDTH: 150px; CURSOR: hand; HEIGHT: 113px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVhRZYQbKf2z7GxyIGbGyVMdrs91ehZxTurEMiOPyAvXTZxCg748_oQpnsCiP6qdqaVxnMTZ65Qn7M3qng5EBTXJDOYRNW4vvKyeqPvyWAhvXH6tJjW5-2jANCNM6SKTJJ8U8Iv5NAg2U/s320/2.jpg" border="0" /></a></div><br /><div></div><div>Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el malefício y la princesa fue tendida en una cama llena de flores.<br />Pero el hada buena no se daba por vencida.<br />Tuvo una brillante idea.<br /><br />Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del reino dormirian con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su alrededor.<br />Y así lo hizo.<br />La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica.<br />Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.<br />En el castillo todo había enmudecido.<br />Nada se movía, ni el fuego ni el aire.<br /></div><div>Todos dormidos.<br />Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo.<br />Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus alrededores.<br />El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.<br />El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino.<br />Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa.<br />Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio... Siguió avanzando hasta llegar al castillo.<br />El puente levadizo estaba bajado.<br />Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos.<br />Luego se tranquilizó al comprobar que solo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano. </div><div>Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa.<br />Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuPxSg4S1hffq1VptbAfuseJYNWb0IpIlEVe2wjMBHiSTN5STohMTyJdP1dVR9_WSWJEs0tODURJJy_O6kqsulBq90JaVHTvP0rnL8uXnKjwKq-5WMeswJJ6znYJnFuw90iT8byAkoaTk/s1600-h/images1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399925675199190802" style="WIDTH: 130px; CURSOR: hand; HEIGHT: 98px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuPxSg4S1hffq1VptbAfuseJYNWb0IpIlEVe2wjMBHiSTN5STohMTyJdP1dVR9_WSWJEs0tODURJJy_O6kqsulBq90JaVHTvP0rnL8uXnKjwKq-5WMeswJJ6znYJnFuw90iT8byAkoaTk/s320/images1.jpg" border="0" /></a><br /></div><div>Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se desesperezó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado." El encantamiento se había roto.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicVY8SvefJ_J7sqpQFC82KNOP06GK-KCezve_1h_DNWiVRHzWJ7od8unpesVzPFLpbtmqt4UYmcoyKFKbMQ3D2Da2rrYVCSIK49CweWpjDsr3kAoQRrwheKBRCrU-oZ-8-xaSOpn3daIo/s1600-h/images.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5399926644672709826" style="WIDTH: 130px; CURSOR: hand; HEIGHT: 94px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicVY8SvefJ_J7sqpQFC82KNOP06GK-KCezve_1h_DNWiVRHzWJ7od8unpesVzPFLpbtmqt4UYmcoyKFKbMQ3D2Da2rrYVCSIK49CweWpjDsr3kAoQRrwheKBRCrU-oZ-8-xaSOpn3daIo/s320/images.jpg" border="0" /></a><br /><br />La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe.<br />En aquel momento todo el castillo despertó.<br />Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido.<br />Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca.<br />Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.<br /><br />Charles Perrault<br /><br />FIN</div></div>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3703242635638952662.post-43474507017255669802009-10-27T16:04:00.002+01:002009-10-27T16:12:49.370+01:00PREMIO ALMA CON ARTE<div>A Cositas para los Peques, le han concedido otro premio, se lo ha concedido el blog de <a href="http://brujitadelux.blogspot.com/">Brujitadelux</a>, pasaros por su blog tiene unos trabajos muy bonitos y super fácil para los peques. </div><div>Gracias brujita</div><div><br /></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjq6s8-_SmvpyNlRAxWpg1x0-md3EiwBsmCp1vafVcLS1P0JK35vuEc7DeJ8NV3qbZuEWK45PLbUedRmOB2sZFiu-24cHdQS6e7Ztoe2TuwJszPwVqlXsy3wwV77k4dgPNIctfNsQKBSTk/s1600-h/premio+de+brujita.png"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 273px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjq6s8-_SmvpyNlRAxWpg1x0-md3EiwBsmCp1vafVcLS1P0JK35vuEc7DeJ8NV3qbZuEWK45PLbUedRmOB2sZFiu-24cHdQS6e7Ztoe2TuwJszPwVqlXsy3wwV77k4dgPNIctfNsQKBSTk/s320/premio+de+brujita.png" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5397296212531627538" /></a>Merchehttp://www.blogger.com/profile/09667119636917955690noreply@blogger.com2